La Premonición
Titulo: Reglas
Fandom: La Premonición (original)
Claim: AnnexEdna
Palabras: 377 palabras
Advertencia: Femmeslash
Notas: dedicado a mi nee-san incestuosa Lukia, ya que fue ella la que me lo pidió. Otra cosa, este es el primer femmeslash que escribo así que sean buenos niños y no me lancen muchos tomates.


Ella había sido la que la había encontrado. Ella había sido la que había arriesgado su pellejo para salvarla. Ella había jurado protegerla aunque se le fuese la vida con ello. Y lo había hecho porque había pensado que era lo correcto; porque salvar a una persona si estaba en tus manos poder ayudarlo, estaba por encima de cualquier regla.

Y ella era una mujer que siempre, fuesen cuales fuesen las reglas, las cumplía todas y cada una de ellas sin importarle las posibles consecuencias. Porque así había sido educada. Porque era una empleada del Reino. Porque así debía ser.

Pero Anne la había hecho, por primera vez en la vida, romper una regla; una grande e importante. Y después de esa, como era de esperarse, siguieron una sucesión de más reglas que no debían ser tocadas por ningún motivo.

Ella no debía encariñarse con Anne. No debía preocuparse tanto por la chica. No debía estar tan cerca de ella. No debía buscar excusas tontas para tocarla, para abrazarla. No debía dejarla dormir en su cama cuando tenía miedo, cuando se sentía sola.

No debía. No debía. No debía.

Pero, por más que trataba de ponerle freno a sus emociones y sus actos, Anne lograba calar cada vez mas hondo dentro de ella, haciéndola cada vez más irresponsable. Haciéndola romper cada vez más y más reglas.

Y no entendía por qué lo hacía. Anne no la obligaba a hacer nada. Anne no le hacia sugerencias ni le pedía que hiciera nada por ella. Sólo la miraba, con sus enormes ojos azules llenos de tristeza y anhelo. Sólo se pegaba a ella, buscando calor en las noches frías. Sólo le daba rápidos e inocentes besos en la mejilla cuando la mujer hacia algo por ella.

Anne sólo la veía como una madre. Y Edna tenía que repetirse eso una y otra vez cada vez que la tenía entre sus brazos, cada vez que la joven se quedaba dormida con su cabeza apoyada en su hombro. Porque Anne nunca la vería de la misma forma en la que ella la veía. Porque el corazón de Anne ya tenía dueño.

Porque Anne no era para ella. Punto. Y esa era la única regla que, ni siquiera Anne, la haría romper.
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