La Premonición
Titulo: Capítulo 5
Fandom: That’s my Life
Claim: Giselle, Damian, Alex y Susan.
Palabras: 4,330 palabras.
Resumen: Giselle había sido “secuestrada” por sus amigos mientras esperaba al chofer que la llevaría a casa. Sus amigos tienen planes y ella sabe que no se salvará por más que se niegue. Y, para su mala suerte, Damian estaba implicado, como siempre.

Capítulo 5


Giselle no podía dejar de mirar a sus acompañantes con una clara expresión de desconcierto en su rostro. Había sido secuestrada en medio del jardín de la escuela y metida en un auto que la estaba llevando sabría Dios a donde. Estaba asustada, como era de esperarse, ya que por lo poco que conocía a Susan y a Alex, sabía que lo que tenían en mente no sería nada bueno para su salud mental.

Cansada del silencio, de las sonrisas tontas y las miradas que se lanzaban entre sí, decidió tomar la palabra y comenzar con el interrogatorio que tenía en mente.

— ¿Por qué están haciendo esto? — preguntó con un tono de voz mezcla de miedo y curiosidad.

Debía admitir que le parecía extraño que después de tanto tiempo alejados de ella, se aparecieran de repente en su vida y se comportasen como si nada hubiese pasado. Aunque, tenía que decirlo, su relación desde el principio no fue muy normal que se diga.

—Porque es divertido. —Le respondió Susan, con una sonrisa bailando en sus labios. La expresión de su rostro era de pura satisfacción, como si el haberla raptado hubiese sido una importante misión a cumplir.

—En realidad, te trajimos porque tenemos planes y tú eres parte de ellos. — Giselle se asustó. Alex pareció darse cuenta de eso porque le sonrió y ese gesto le hizo olvidarse incluso de su nombre por un momento. Maldijo por lo bajo al darse cuenta del poder que tenían sus gestos sobre ella. — Vamos a celebrar que eres oficialmente un miembro de nuestro grupo.

— ¿Piensan celebrar ese hecho un mes después? —los miró con una ceja enarcada. — ¿No les parece eso algo extraño, incluso para ustedes?

—Giselle, querida, nosotros hemos estado ocupados con otros asuntos. No hemos tenido oportunidad ni de asistir a clases. ¿Acaso no te percataste de nuestra ausencia? — cuestionó Susan, con un tono de suficiencia en la voz, mientras alejaba su larga cabellera rubia de su hombro izquierdo con un movimiento de su mano.

En realidad, no lo había hecho. Ella no era del tipo de personas que está pendiente de lo que hacen los demás, ni que se pasaba las tardes hojeando revistas para saber qué hacían sus ídolos. Y como Susan y sus amigos eran ídolos dentro de esa escuela, pues no los tenía dentro de su radar. Además, ellos habían sido los que se habían acercado a ella, por lo que supuso que, si ellos iban a querer algo de ella, iban a hacer el primer movimiento (y no se había equivocado).

— ¿No te habías dado cuenta? —Preguntó la modelo, y su voz sonó algo aguda. Giselle siempre le provocaba ese tipo de reacción.

Giselle negó con la cabeza.

—Para serles sincera, no, no me había dado cuenta. Había estado más pendiente de mis… asuntos— Ambos jóvenes dudaron de que ella tuviese “asuntos” de los cuales estar pendiente. — Además, pensaba que ya se habían cansado de jugar conmigo.

Su voz no reflejaba pena ni decepción, lo que sorprendió a Alex. Le parecía extraño que una chica tan solitaria e ignorada por casi todo el alumnado, no sintiese tristeza al saber que las únicas personas que se habían acercado a ella la habían abandonado.
—Y supongo que Damian no te dijo nada. —agregó Alex. —Ese chico puede ser muy mal educado cuando se lo propone. —Giselle no ponía en duda sus palabras.

—No, no lo hizo. De todas formas no esperaba escuchar nada de él. —Hizo una pausa en la que se dedicó a mirar por la ventana. — ¿Qué estuvieron haciendo?

—Teníamos un desfile de modas y unas sesiones de fotos que atender fuera del país. No pudimos decírtelo porque en realidad todo sucedió muy rápido y no teníamos forma de contactarte. —Susan le dirigió una mirada ligeramente irritada. — No sé si sabías pero no tenemos tu número de teléfono, ni tu correo electrónico. ¡Ni siquiera sabemos dónde vives! ¿Cómo se supone que íbamos a localizarte?

Justo en esos momentos, en los que la chica a su lado se deshacía en miradas desdeñosas hacía ella, Giselle se acordó de algo muy importante. Fijó toda su atención en su mochila y rápidamente buscó su celular. Buscó en la lista de contactos el teléfono del chofer y pulsó el botón de llamar. La conversación con él fue breve, basándose básicamente en decirle que unos amigos la habían pasado a buscar y que si le podía hacer el favor de llevar a una amiga suya llamada Martha hasta su casa. Le dio su descripción y le dijo donde estaba y, después de agradecerle, colgó.

—Veo que no vas a poner resistencia para ir a celebrar con nosotros, ¿eh? — musitó Alex. — ¿Y quién es esa tal Martha?

—Respondiendo tu primera pregunta, no creo tener otra opción, ¿o sí? —Los modelos hicieron un gesto negativo con la cabeza. —Y Martha es una amiga que he hecho hoy. Nos tocó hacer una práctica de literatura juntas.

— Me parece bien que tengas una amiga. Me daba mucha pena verte deambular sola por todos lados. —agregó Susan como si nada. Giselle no pudo evitar fruncir los labios y mirar hacia otro lado. Quiso decirle que no era su culpa no tener amigos, pero se abstuvo. —Háblanos de ella. ¿Es becada? ¿Es bonita? ¿Qué hace? Es muy importante saber con quién te relacionas, Giselle.

—Es becada y…

—Oh, oh, eso es un problema. —Susan movió la cabeza de un lado al otro lentamente mientras chascaba la lengua repetidamente. —Si vas a estar con nosotros, no puedes relacionarte con una becada, Giselle. Es más, ni siquiera nosotros somos la razón principal por la que no deberías hacerlo. Tú eres la hija de un importante empresario, tienes dinero y… —Iba a agregar otra cosa pero dudó. — El punto es que los becados y los no becados no se relacionan.

— ¿Por qué no? —preguntó molesta por el tono de voz empleado por Susan. — ¿Qué tienen los no becados que los becados no tienen? Y no me digas que es el dinero porque te juro que…

La risa de Alex cortó el intercambio de miradas airadas que compartían Susan y Giselle, haciendo que ambas jóvenes desviaran la vista y la fijaran en él.

—Y eso que, a duras penas, puedes decir dos palabras sin gaguear. —volvió a reír. — ¿Qué debería hacer: llamar a Damian para que escuchase su intercambio verbal o llamarlo más tarde y contárselo para hacerle sentir curiosidad?

— ¿De qué demonios estás hablando, Alex? —cuestionó su novia que, al igual que Giselle, no entendía ni una sola palabra de lo que él estaba diciendo.

—Hablo de que una de las principales razones por las que Damian no soporta a Giselle es porque se la pasa gagueando. Pero, en todo el tiempo que tenemos conociéndola, nunca la he escuchado hacerlo.

— ¿Él dijo eso? —preguntaron las chicas al unísono. Alex asintió y prosiguió con su relato.

—También me dijo que no toleraba esa actitud pasiva que ella tenía. “Esa chica sólo sabe pedir disculpas y ser arrastrada por la gente. Es una persona fácil de dominar, totalmente carente de carácter”. —trató de imitar la profunda voz de su amigo y a Giselle le recorrió un escalofrío toda la espalda. — Esas fueron sus palabras exactas. En resumidas cuentas, él habló de una Giselle totalmente diferente de la que yo tengo en frente.

Giselle recordó cada uno de sus encuentros con Damian y, en efecto, era similar a lo que Alex había dicho hacía unos instantes sobre ella. Pero ella no tenía la culpa de eso. Cada vez que veía a Damian o que lo tenía cerca, se comportaba como una persona totalmente diferente a quien era. Gagueaba, temblaba, sentía que debía pedirle disculpas hasta por estar en el mismo lugar que él aunque este hubiese llegado después. Era una reacción extraña, lo sabía de sobra, pero no podía evitarlo.

Tal vez se debiese al porte y el nivel social del joven. Damian se paseaba por el mundo con el garbo propio de un rey, haciendo sentir a las personas que no se le comparaban mucho más inferiores de lo que en realidad eran. Y Giselle, por más dinero que tuviese su padre, por más cambios que le hubiese hecho Susan, seguía siendo la misma chica torpe, marginada por la sociedad y amante de los libros de siempre.

La otra teoría que tenía Giselle era que todo eso no era más que un reflejo de su vida pasada, —esa en la que tenía que servir a todo el mundo y ser amable y estar sonriente aunque se hubiese estado desmoronando— lo que la hacía comportarse de esa manera tan sumisa frente a él. De todas maneras, a ella no le gustaba y a él parecía gustarle menos; y eso, era un problema.

—De todas formas— continuó Alex con su relato. —A mí me gusta que no seas como él cree que eres. Me gusta que defiendas tus intereses e ideales, aunque no lo hagas todo el tiempo.

Si Alex le hubiese dicho que tenía un marciano escondido en su habitación, ella se hubiese sorprendido menos de lo que lo hizo en esos momentos. Nunca pensó que un chico como él hiciese ese tipo de comentarios. Ella pensaba que él era como todos los modelos del mundo: vacio y carente de sentido común; amante de las fiestas y el alcohol; sólo un cuerpo y rostro hermoso, pero un cerebro sin estrenar.

Al parecer, no podía seguir juzgando a la gente sin conocerla bien.

—Gracias. Supongo que eso fue un cumplido, ¿no? — Él asintió, sonriendo ligeramente. Y esa fue la única sonrisa suya que no causó estragos en el cuerpo de Giselle. Suspiró, aliviada.

Después de eso, se hizo el silencio. Giselle se dedicó a mirar por la ventana, deleitándose con la belleza de las casas y mansiones de los alrededores que podía vislumbrar fugazmente a través de las rejas que la protegían de los intrusos.

De pronto, el auto se enfiló hacia una casa enorme, que en el centro de las elaboradísimas puertas de hierro tenía una enorme “R” dorada. Pasaron rápidamente el control de seguridad y se encaminaron por un amplio camino curvo bordeado por rosales. En el centro del enorme jardín delantero había una fuente con una estatua de una mujer voluptuosa cargando una vasija de la cual salía el agua. Tenía una corona y su cuerpo desnudo estaba semi-cubierto con montones de conchas y estrellas de mar, que la rodeaban como en una espiral.

La expresión de su marmóreo rostro era seria, como si estuviese haciendo una labor importantísima y sumamente delicada. A Giselle la estatua le pareció fascinante, pero tuvo que hacerla a un lado rápidamente cuando el auto se detuvo frente a la casa. Sus acompañantes no tardaron en salir pero ella se demoró un poco en el proceso.

La casa era enorme, una construcción cuadrada de estilo neoclásico que en estilo no distaba mucho de la Casa Blanca. Aunque esta era un poco más ecléctica, debido a que tenía detalles de uno y otro estilo artístico para hacerla lucir más original y atractiva a la vista.

Al ver que Giselle tardaba tanto en unirse a ellos, Alex fue hacia ella y la tomó de la mano. Giselle evitó dar un respingo y sólo se limitó a caminar, mirando de vez en cuando sus manos entrelazadas o la espalda del chico que tenía en frente. Si Susan los vio en algún momento mientras hacían el recorrido hasta una de las habitaciones del segundo piso, no dijo nada para demostrarlo.

Su destino era una habitación enorme, pintada de un clarísimo tono rosa y decorada con uno que otro detalle en rosa pastel como las cortinas o las sillas de estilo victoriano que habían cerca de una de las ventanas. La cama estaba colocada en la parte izquierda de la habitación, enorme y con ropa de cama blanca y una mesa de noche a cada lado con sus respectivas lámparas.

Cerca de donde Giselle estaba, había un enorme espejo giratorio de cuerpo entero. La cómoda estaba en la pared derecha, con un enorme neceser lleno de maquillaje y varios frascos de caros perfumes y cremas sobre ella. Y no muy lejos de él había una puerta, que Giselle supuso que sería el armario.

Sus sospechas se vieron confirmadas cuando Susan dejó su mochila en una de las sillas y se encaminó hacia allí dejando a su novio y a su amiga en la habitación. Alex guió a Giselle hacia la cama, aun tomados de la mano. Ella tomó asiento lentamente, mientras que Alex se recostaba a su lado, con un gesto propio de una persona extremadamente cansada. Quizás era cierto y él no lo hacía sólo por preocuparla.

Alex cerró los ojos y se puso la mano derecha en el pecho, al tiempo que exhalaba un gran suspiro. Giselle trató de soltar su mano de la de él aprovechando ese momento de debilidad por parte del joven, pero él se la apretó más fuerte y esbozó una picara sonrisa. Le pidió que le soltase la mano, pero el joven seguía obstinado en mantenerla aferrada entre la suya. Parecía divertirle a sobremanera el tormento de Giselle y la desesperación que la joven tenía por verse libre de su agarre.

Giselle fue dueña de su mano otra vez cuando Susan salió del armario con varios vestidos en los brazos.

—Giselle, ven aquí. Vamos a ver cuál te queda mejor.

Susan no la estaba mirando. Toda su concentración estaba en la ropa que había llevado y que en ese momento colocaba en la cama. Alex se había dado la vuelta, colocándose boca abajo en la cama, con el codo izquierdo apoyado en la cama y su cabeza apoyada de su mano. Miraba fijamente la ropa que su novia había sacado y había iniciado con Susan un debate sobre cuál era más bonito o el más adecuado para la ocasión.

—A mí me gusta el azul—objetó Susan. Alex negó con la cabeza.

—El rojo es mejor. El tono de piel de Giselle, al ser dorado, se verá favorecido por ese color. Además, no es tan provocativo como el azul, lo que hará que nuestra querida chica se sintiese menos incomoda con él que con el otro.

—El azul no, entonces. ¿Por qué no el negro? Es discreto y no es tan corto.

— ¿Discreto? —cuestionó Giselle, metiéndose en la conversación. — ¿Te has fijado en el escote que tiene? Me niego a ponerme ese vestido. Y es más, ¿por qué tengo que ponerme uno, de todas formas?

—Ya te lo dije, cariño, vamos a ir a una fiesta y no puedes aparecerte con ese feo uniforme. —le recordó Alex. Giselle bajó la cabeza y miró su uniforme; ella no lo encontraba tan feo.

El chico se puso de pie, tomó los vestidos y se los pasó a Giselle. Luego la empujó hacia el armario y cerró la puerta, en una clara invitación de que tenía que probárselos y modelárselos. Giselle tragó el nudo que se le había hecho en la garganta y se dispuso a acabar con eso rápido.


***


Eran las ocho de la noche y sus amigos no aparecían por ningún lado. Alex lo había llamado hacía media hora diciéndole que ya estaban de camino hacia el club pero no habían dado señales de vida aún. Ellos, que habían sido los de la idea de la fiesta, eran los que lo hacían esperar a él. Era insólito. Pero al final recordó que a sus amigos les encantaba llegar tarde a todos lados para captar la atención de todo el mundo. Pero cuando llegaran iban a recibir algo más que halagos, eso era seguro. Él se iba a encargar de decirle un par de cosas para bajarlos de la nube en la que se encontraban y ponerlos en su sitio.

Sonrió al imaginar sus caras, al tiempo que se llevaba la bebida a los labios para darle el último sorbo. El encargado del bar parecía estar atento a cada mínimo movimiento suyo ya que no tuvo ni que pedir otra bebida; el sujeto ya la estaba sirviendo antes de que él llegase a abrir la boca. Bien, ese iba a ser un problema. Si se llevaba de ese hombre iba a terminarse con toda la provisión del bar, y eso no había cuerpo que lo resistiese.

Se puso de pie dispuesto a alejarse de la barra y fue justo en ese momento en el que vio a Susan haciendo acto de presencia. La joven llevaba un micro vestido sin tirantes de azul oscuro que se ceñía a cada curva de su cuerpo de una manera casi obscena. Su largo cabello rubio estaba completamente recogido en una coleta de caballo, con el expreso propósito de exponer más piel; a su amiga le encantaba eso. Tenía unos aros plateados tan grandes que estaba seguro de que podían servirle de pulseras, y un largo collar del mismo color. Y, como amante a las alturas que era, se había puesto unos zapatos de tacón alto de color oscuro. Estaba guapísima y, como era de esperarse, captó la atención de cuanto hombre había en el lugar.

Muchos se acercaron a saludarla ya que estaban en terreno conocido y la mayoría de los clientes eran personas con las que se habían relacionado en el pasado. Algunos, incluso, estaban haciéndese fotos con ella; a Susan se le veía feliz al captar tanta atención. Era bastante probable que esas fotos estuviesen en unos pocos minutos en cualquier página social con el título “Mi amiga Susan Reynolds y yo, de fiesta”.

Dejando de lado la sesión de fotos que se desarrollaba unos cuantos metros a su derecha, buscó a Alex con la mirada. No fue difícil encontrarlo debido a su altura y su brillante cabello rubio. El chico, gracias a todos los dioses, se había vestido completamente de negro, con camisa y pantalón de tela, por lo que no causaba tanto alboroto como su novia. Aunque, debido a su apariencia y altura, todos los ojos se posaban en él.

Lo descubrió inclinado hacia una chica, diciéndole algo al oído para que esta pudiese oírlo por encima del ruido de la música. Si Susan hubiese sido otro tipo de mujer, hubiese armado un escándalo hacía rato. Alex se mostraba muy cercano a la chica, como si tuviese toda la confianza del mundo para ponerle una mano en la cintura o para acercarse tanto a ella.

Se fijó en la joven para ver si la conocía de algún lado. Era alta, tanto que le llegaba a Alex a la barbilla, aunque con la ayuda de los zapatos de tacón. Tenía un vestido rojo, que realzaba cada una de las voluptuosas curvas de su cuerpo. A diferencia de Susan que era muy delgada y estaba llena de curvas suaves, como todas las modelos, esta chica tenía las caderas más anchas y redondeadas y un trasero mucho más tentador. Debía admitir que la elección de ese vestido fue perfecta, porque no sólo acentuaba la femenina forma de su cuerpo sino que también resaltaba el color dorado de su piel.

Su cabello estaba recogido en un moño desordenado del que se escapaban rizos que caían como una cascada y rozaban la delicada piel de su cuello. No podía culpar a su amigo de querer mantenerse pegado a esa chica; desde su perspectiva, era realmente atractiva.

Alex alzó la cabeza y lo vio. Agitó la mano a modo de saludo y se inclinó nuevamente hacia la chica para susurrarle algo. Luego la tomó de la mano y se encaminaron juntos hacia él. Damian se fijó en que la chica había bajado la cabeza y estaba mordiéndose su carnoso labio inferior pintado de rojo carmesí. Parecía nerviosa, incluso llegó a trastabillar un par de veces en su caminata hacia él.

Damian se dedicó a mirarla un poco más. El vestido no tenía tirantes pero a diferencia del de su amiga, este tenía el escote en forma de corazón, lo que resaltaba la abundancia de busto de la joven. Bien, ese era un punto más a su favor. Los aretes y el collar eran sencillos y pequeños, de color dorado. Se fijó en su cintura, que era pequeñita y perfecta para que un hombre posara sus manos ahí. También se fijó en sus piernas y podía asegurar que se volvería loco si seguía descubriendo cosas en esa joven que le gustasen.

La joven tenía las piernas más hermosas que hubiese visto en toda su vida, del tipo que toda mujer quiere exhibir y todo hombre quiere tener rodeando su cuerpo; y esta joven sabía que ese era uno de sus mayores atractivos, porque había decidido exhibirlas esa noche al ponerse ese micro vestido rojo; “el bendito vestido”, como empezaría a llamarlo Damian.

—Hola, Damian. —Lo saludó Alex cuando estuvo cerca, después de lo que a Damian le parecieron horas. — ¿Hace rato que llegaste?

—Sí, pero no importa. He estado… ocupado.

Alex rió.

—Si lo hubiésemos sabido, hubiésemos llegado mucho más tarde; a mí me encanta verte cuando estas enojado y echando espuma por la boca. Aunque quizás a mi compañera le aterrase un poco verte en plan “Godzilla”. No, espera, ella ya te ha visto así.

—Alex, cierra el pico.

Damian volvió a preguntarse sobre la identidad de aquella joven que estaba tan concentrada en ocultarle su rostro. Estaba seguro de que las únicas personas que lo habían visto realmente enojado habían sido Angel, Susan y Alex, por lo que dudaba que esta chica lo hubiese visto de esa forma. Además, una figura como esa, unas piernas como esas, él jamás las hubiese olvidado. De eso estaba seguro.

— ¡Hey, no me hables así! ¿Qué pensará Giselle de mí después, que soy un chico que se deja mangonear por su amigo?

Damian podía jurar que había escuchado el jadeo de la chica.

— ¿Qué? —fue lo único que preguntó. — ¿Me estás diciendo que esa chica es la chica-momia?

Alex rió con ganas. Damian sintió ganas de golpearlo fuertemente en la cabeza.

—Por supuesto, ¿quién creías que era? Además, te dije por teléfono que íbamos a venir con Giselle, ¿o no?

—No, no lo hiciste. —Musitó entre dientes, haciendo que Alex volviese a reír.

—Joder, niño, tendrás que enseñarme a hablar así. Te juro que eres la única persona a la que he visto poder hablar entre dientes de forma tan clara y amenazadora. —Damian gruño, y ese fue el indicativo perfecto para que su amigo dejase las burlas. —Giselle, querida, ¿podrías ir y avisarle a Susan que encontramos a nuestro príncipe encantado? ¿Y podrías hacerme el favor de traerla contigo? No quiero que se pase toda la noche haciéndose fotos con esos idiotas.

Giselle asintió y se dio la vuelta sin siquiera mirar a sus acompañantes. Damian tuvo que hacer grandes esfuerzos por no mirarla, y por no estrangular a su sonriente amigo.

—Di la verdad, Damian, ¿verdad que la niña se ve muy bien? No puedes negar que tiene un cuerpazo y que ese vestido es realmente favorecedor. —exhaló un suspiro de placer. —Realmente tengo buen ojo…

Damian le dirigió una mirada desdeñosa.

— ¿Por qué ella está aquí?

—Porque estamos celebrando su ingreso al grupo.

— ¿Un mes después? —Alex rió nuevamente. Se estaba divirtiendo muchísimo a costa de su amigo

— ¡Dios, son idénticos! Giselle me hizo esa misma pregunta cuando se lo dije.

—A mi no me importa lo que ella haya dicho. Me interesa saber por qué no me dijiste nada de esto.

— ¿No te lo dije? —Alex fingió inocencia. —Creía haberlo hecho. Lo siento, amigo mío. Pasa que cuando te estás encargando de arreglar a mujeres atractivas, se te olvidan algunas cosas.

La idea de Alex manoseando a Giselle, viéndola desnuda, le produjo un retortijón en el estomago. Alex, al parecer, lo notó, porque su sonrisa se hizo más ancha. Había conseguido la reacción que esperaba al haber pronunciado esa palabra.

—Esto es de locos. Me voy de aquí.

—Vamos, Damian, no seas aguafiestas. Y no seas mentiroso; sé que aunque quieras negarlo, la imagen de Giselle esta noche te ha vuelto loco. A mí también, tengo que admitirlo. Quien hubiese imaginado que debajo del uniforme se escondiesen tantas cosas. — alargó la palabra “tantas”, para darle más significado a sus palabras. De todas formas, Damian entendió a qué se referiría su amigo. Había estado pensando en ellas desde que la había visto.

Damian le dio un sorbo a su bebida y puso mala cara al darse cuenta de que el hielo la había arruinado. Puso el vaso en la mesa más cercana.

—Es cierto, la chica se ve muy bien. Lástima que no sea bonita.

—Para mí lo es. Lo que pasa es que tú la estas comparando con Susan y todas esas mujeres hermosas con las que trabajas.

Damian se encogió de hombros.

—Lo que tú digas. Pero aun así, por más cuerpazo que se gaste, sigue siendo la chica-momia de siempre. Si ella no hubiese contado con la ayuda de Susan, ¿crees que se vería así?

—En eso tienes razón, por lo menos en una parte. Te recuerdo que Susan sólo le puso ropa y la maquilló; esa figura ella ya la tenía. — le guiñó un ojo.

Alex se dio la vuelta y se dirigió hacia donde dos jovencitas, una más tímida y retraída que la otra, captaban la atención de un grupo de hombres. Giselle hacía vanos intentos por convencer a Susan de que fuese con ella. Damian casi sintió pena por ella, si no se hubiese sentido tan molesto por haber sido taimado tan vilmente por ella.

Le molestaba el hecho de que la única mujer que le había parecido atractiva en mucho tiempo, fuese la única que él no podía tolerar. Mucho más el hecho de que Alex, que no era ni corto ni perezoso, se había colocado en medio de las dos jóvenes y las había estrechado hacia su cuerpo de una forma demasiado intima.

No pudo suportarlo y se encaminó hacia ellos.
2 Responses
  1. Anonymous Says:

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  2. Anonymous Says:

    Que pasó con esta? Otra vez me dejas intrigada jajaja, la vas a continuar? que pasa con Gisselle y Damian


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