La Premonición
Titulo: La verdad sobre ti
Fandom: La Premonición
Claim: AnnexLuke
Palabras: 2286 palabras
Notas: participa en el dekasem.
Nota 2: Dios, estoy sorprendida. Nunca pensé que me iba a tomar tanto tiempo escribir esto (ustedes no se imaginan el tiempo que tengo escribiéndolo). Mucho menos imaginé que iba a terminar de la forma en la que terminó. Tenía planeado que fuese algo corto y con algo de romance, pero salió todo lo contrario. xD Recuerden, no todo lo que leen en los drabbles es propenso a salir en la historia original.
Advertencia: spoiler. Uno muy grande. Si tienes planeado leer mi historia, te recomiendo que no lo leas xD Pero si lo haces, es bajo tu responsabilidad, no la mia ;)


El ser humano tiene la fuerte convicción de que el destino es el causante de todas sus desgracias. Lanza maldiciones al viento, todas en su nombre, cuando algo malo le pasa sin siquiera detenerse a pensar que con eso no logran nada. Mucho menos echándole la culpa por algo de lo cual no tiene ninguna culpa.

Y es que el destino no es responsable de nada; ni de las cosas buenas ni de las malas que nos pasan. El solo está ahí, transmutando gracias a nuestras acciones. El destino es como arcilla en nuestras manos: moldeable, cambiante, pero al mismo tiempo firme y consistente.

Eso pensaba Anne, y por esa razón no le echó la culpa de lo que había pasado en la biblioteca a nadie mas que a ella. A sus instintos. A su nueva y cambiante condición. A la bestia que llevaba dentro. A su deseo y amor por él. A todo ello le echó la culpa menos a su destino porque este no había sido el que la había empujado a los brazos de Luke. Ella sola había mandado a llamarlo y ella sola fue la que dejó que las cosas terminaran de esa forma tan extraña.

¿Por qué había sentido la imperiosa necesidad de ser mordida por él? ¿Por qué había dejado que lo hiciera? Pero sobre todo, ¿por qué él lo había hecho? ¿Por qué la había mordido y bebido su sangre? Él no tenía la necesidad de hacerlo. Él era un hellaveniano normal y corriente, entonces…

Esas eran preguntas que repiqueteaban en su cabeza como los alocados latidos de su corazón al pensar en Luke. Esas eran preguntas que aún no lograba responder. Y lo que había pasado esa tarde era algo que ella aún no podía asimilar ni comprender.

¿Por qué?
Su vida estaba llena de porqués, de preguntas sin respuestas.

¿Por qué?
Y ella no pensaba seguir permitiendo eso.

Por esa razón había salido del castillo bien temprano con dos rumbos en mente. Primero, iría a La Casa Dorada y le pediría —si fuese necesario le exigiría— a Nadhia que le contase todo lo que sabía sobre Luke. Algo debía sacar de todo eso que pudiera aclarar sus miles de dudas. Y si al final Nadhia no le daba ninguna información importante (no porque no supiera, sino porque no podía o quería hacerlo), tendría que resignarse ante la idea de que nunca podría saber que había pasado en aquella habitación llena de libros. Qué había sido eso que los había impulsado a hacer cosas que no tenían permitidas y que estaban fuera de su naturaleza.

Por ultimo, iría a la casa de Luke y pondrían su situación sobre la mesa. Ella ya no era “Anne, la terrana” o “Anne” simplemente. Y él tampoco era solo Luke, el Encargado de la Limpieza, el empleado del reino que ella casi lideraba. Ahora eran un hombre y una mujer unidos por un vínculo de sangre y por todas las sensaciones que se apoderaban de sus cuerpos cuando estaban cerca. Ella era una especie de ama y él, una especie de esclavo. Su esclavo.

***

Luke estaba sentado en el enorme y mullido sofá de la sala de su casa. No hacia nada más que estar allí, con menos ropa de la que un hellaveniano común se pondría, y con los pies descalzos, mirando las anaranjadas lenguas de fuego que crepitaban en la chimenea, mientras pensaba. Mientras pensaba en Anne y en todo lo que había pasado.

Para él, era como si fuese ayer el día en que la vio por primera vez. Había estado vestida solo con una holgada y larga camisa blanca y lo miraba con un profundo terror. Había estado hermosa, con sus oscuros cabellos húmedos cayéndole por los hombros, y con sus brillantes ojos azules prendidos en los suyos. El brillo, aroma y calor que despedía su piel lo habían obligado a tocarla, a comprobar que lo que veía era real.

Había una terrana viva en el Hellaven. La terrana más hermosa y deslumbrante que él hubiese visto en toda su vida. Eso no era algo que se viese todos los días, y como tal, él no se sintió cómodo, mucho menos a gusto con ella. A él no le gustaban los sobresaltos en su vida. No le gustaba experimentar cosas nuevas solo por amor a hacerlo. No le gustaban los cambios bruscos, y por eso no se había llevado bien con ella al principio. Además de que a él no le gustaban los terranos. Los aborrecía, para ser más claros, porque gracias a ellos su mundo corría peligro.

Pero como uno no manda en el corazón, no pudo impedir que la frágil y desprotegida Anne colara hasta lo más profundo de su ser, haciéndole sentir cosas que nunca había sentido por nadie más: amor, deseo, ganas de protegerla, celos, miedo a perderla. Anne se había convertido en su razón para vivir, en todo, y perderla de la forma en la que lo hizo, lo devastó. Pero nada lo hizo sentir peor que ver en que se había convertido.

Un monstruo.

Un monstruo que habia intentado hacerle daño dos veces. Pero él ya no podia acusarla de nada porque él habia actuado casi de la misma forma que ella.

La habia mordido. Habia provado el sabor de su sangre y habia sentido la imperiosa necesidad de tomarsela toda, como si fuese una de esas criaturas mitologicas bebedoras de sangre de las historias terranas que leia cuando era niño, y en la cual los terranos creian (y adoraban). Y lo cierto es que lo habia hecho porque ella se lo habia permitido y porque no habia podido reprimir aquel maligno impulso.

Ahora estaba allí, lamentandose por haberlo hecho y cuestionandose el por qué de sus actos.

Un ruido lo sacó de su ensimismamiento y lo devolvió a la realidad. Se puso de pie, y sin siquiera calzarse los zapatos o ponerse algo de ropa para cubrirse del frio, se encaminó hacia la puerta para ver quien era la persona que lo visitaba.

Su corazon le dio un vuelco en el pecho al ver a Anne, ataviada con la ropa blanca que usaba desde que se habia casado con el Principe, y con su ahora largo y rojo cabello enmarcandole el hermoso y pecoso rostro. Ella le dedicó una enorme sonrisa seguida de un “hola” y él no pudo hacer mas que bajar la cabeza, avergonzado. Él no tenía derecho a verla, mucho menos a estar cerca de ella despues de lo que le habia hecho. La habia lastimado, no solo con sus palabras sino tambien con sus gestos y acciones. Y ahí estaba ella, como si nada hubiese pasado. Eso realmente lo desconsertaba y avergonzaba aún más.

— ¿No vas a dejarme pasar? — le preguntó aún con una sonrisa en sus labios— Mira que es una falta de respeto dejar a la Princesa en la puerta.

Parecia divertida por el hecho de que, por primera vez en su vida, Luke no sabia que hacer y como actuar. Ella, en todo el tiempo que tenía conociendolo, lo habia visto siempre firme, actuando como si nada pudiese asustarlo, intimidarlo o impresionarlo. Pero ahí estaba ahora, mirando hacia todos lados menos a ella, y con las mejillas ligeramente sonrojadas.

Anne tuvo que contener el impulso de acercarse a él y besarlo; sensación que era cada vez mas dificil de dominar. ¿Por qué demonios Luke tenía que ser tan arrebatadoramente atractivo?

Luke, despues de unos instantes, se hizo a un lado, abrió mas la puerta y la dejó pasar. Anne se adentró en la casa, quitandose el largo abrigo blanco mientras avanzaba. A pesar del frio que hacía afuera, la casa de Luke estaba calida, por lo que el abrigo era totalmente innecesario allí. Ademas, sabía de sobra que la temperatura del lugar terminaria subiendo aún más de un momento a otro. Siempre era así cuando ellos dos estaban juntos.

Ella hacia salir a flote todo aquel calor que residía en Luke y lo recibía de buena gana, porque sabía que ese era el resultado de la pasión y el deseo que sentía por ella. Luke tenía todo el calor que ella necesitaba para mitigar el frio del Hellaven, y ella se moría de ganas porque se lo diera todo, sin reservas.

— ¿Qué la trae por aquí, Princesa?— Preguntó Luke mientras se acercaba a ella y le dedicaba una reverencia.

Anne le dio unos cuantos golpecitos al sofá en el que se había sentado para que él entendiera que era a su lado que debía sentarse. Él la obedeció sin rechistar.

—Vengo a hablar contigo de algo muy importante— le respondió con una seriedad que le sorprendió, debido a que ella se había mostrado muy risueña cuando entró.

— ¿Es sobre…?

—Sí. Es sobre lo que pasó en la biblioteca… y sobre otra cosa aún más importante.

— ¿Qué puede ser mas importante que eso, su Majestad?

Ella lo miró con el ceño fruncido durante unos instantes. Sin cambiar de expresión le dijo:

—Luke, no tienes que tratarme con tantos— hizo un movimiento circular con su mano derecha, como si de es forma pudiese encontrar la palabra adecuada a lo que se refería. — Lo que quiero decir es que tú y yo nos conocemos desde hace tiempo, somos amigos, no tienes que tratarme de esa forma tan respetuosa. Además… ahora yo soy más que la Princesa para ti, ¿lo entiendes?

Él asintió.

—Entonces, deja de tratarme como si fuese una desconocida. Me hace sentir… extraña.

Suspiró. Dios, que difícil iba a ser todo eso. Ella no se sentía con ánimos suficientes como para hablar con él sobre eso. Además, no era la persona adecuada. Pero tenia que hacerlo. No quería que otra persona supiese la verdad antes que él. Estaba segura de que no se lo perdonaría.

—Luke, antes de todo, debes comprender que lo hice porque estaba preocupada por ti. No lo hice por simple curiosidad— él la miró, preocupado.

— ¿De que hablas?

—Fui a hablar con Nadhia sobre ti… Le conté lo que pasó en la biblioteca. No todo, por supuesto— Luke pudo ver como sus mejillas se colorearon sutilmente de rojo cuando dijo eso— pero si lo suficiente como para que ella pudiese sacar una conclusión. Aunque se que fue algo estúpido porque ella es el Oráculo, ¿no?; se supone que ella lo sabe todo.

—Anne, ¿podrías explicarte? No te estoy entendiendo.

Volvió a suspirar. Luego, se removió incomoda en su asiento.

—Nadhia me contó la razón por la cual quisiste morderme. —Hizo una pausa— No hay nada malo en ti, Luke. En serio— dijo, con insistencia. Se le notaba demasiado nerviosa, y eso lo ponía nervioso a él.

—Entonces, ¿Por qué lo hice?

Preguntó, ansioso por conocer la respuesta. Ningún hellaveniano normal hacia eso. Es mas, en todos los años de historia del Hellaven, ningún hellaveniano había mordido a alguien. Los chupadores de sangre no existían en ese mundo. Eso era solo un mito creado por algún terrano demente. Historias traídas a este lado de la puerta por los hellavenianos que lograban cruzar y que tenían intención de culturizar a todos los de ese lado de la puerta con las cosas de los terranos.

Pero él lo había hecho. Él la había mordido y saboreado su sangre como si eso hubiese sido lo que había estado necesitando toda su vida. Eso, definitivamente, no entraba en la categoría de "normal".

—Lo hiciste porque eres uno de ellos.

Él la miró aterrado. Había dejado que su imaginación vagara demasiado rápido y se fuera hasta límites insospechados. ¿Había dicho “uno de ellos? ¿Eso significaba que él era un… vampiro?

Ella pareció leer sus pensamientos a través de la mortificada expresión de su rostro, y con las mejillas sonrojadas, le respondió:

—En realidad… eres uno de nosotros. Me refiero a… a un miembro del reino.

Su voz fue baja, susurrante. Fue un siseo que le heló la sangre en las venas y, por primera vez en su vida, sintió como su piel se encrespaba. Él no era un miembro del reino. No podía serlo. Eso era imposible.

Él solo era un huérfano. Un chico común y corriente que había tenido la desgracia de enamorarse de la mujer equivocada. Lo que ella le había dicho era mentira, estaba seguro. Lo más probable era que ella lo había hechizado y que por eso la había mordido. Él en realidad no había querido hacerlo; ella lo había obligado.

—Mientes— le dijo, con convicción— Solo dices eso porque no quieres admitir que me hechizaste para que te mordiera.

Ella negó con la cabeza.

—No, Luke, no lo hice. Yo nunca…—trató de acariciar su rostro, pero él se apartó de ella bruscamente, poniéndose de pie.

—No, Anne, no sigas. Se que mientes, siempre lo has hecho. Yo no soy un miembro del reino. Tu solo tratas de engañarme para que no piense que eres la mala de la historia.

Ella, ahora, se veía molesta. Hermosa, fría y molesta. Parecía que iba a atracarlo en cualquier momento. Pero no lo hizo. Solo se puso de pie, con un grácil movimiento, y se encaminó hacia la salida.

—Cree lo que quieras, Luke. La verdad es que no me importa. Yo solo cumplí con mi obligación de decírtelo.

Le dijo, de espaldas a él, mientras se ponía el largo abrigo blanco. Pero para decirle sus últimas palabras, se dio la vuelta y lo miró directo a los ojos, para que supiera que no mentía. Para que sintiera el peso de sus palabras.

—Una última cosa: yo no tengo necesidad de mentirte. Ahora, miembro de la realeza o no, me perteneces. Y eso, querido Luke, no lo puedes cambiar.

Y, sin más, salió.

____________________________________________________________

Nota: Generalmente, suele aparecer en los drabbles "la casa amarilla" o "la casa dorada". Es la misma casa, lo unico que, en algunos drabbles, me he confundido y he puesto amarilla xDD

Si has llegado hasta aquí, te mereces un premio. No todo el mundo es capaz de leer lo que escribo lol. *estruja fuerte al lector y le regala chocolates*

Besos.
0 Responses

Post a Comment