Fandom:Entre el amor y el odio
Claim: JessicaxAriel, Lucas
Título: Doloroso Pecado
Palabras: 1488 palabras
Advertencias: Incesto.
Notas: Me he encaprichado con esos dos personajes. Es que, definitivamente, me encanta escribir incesto (aunque no sea realmente buena en ello). A los que no les guste el incesto, lo siento. A los que les gusta, espero sus opiniones ^^.
Era un pecador, uno de los mejores pecadores que podían existir. Era una de las personas que tenían un pase directo y sin escalas al infierno; de los que tenían un lugar reservado con todas las comodidades que este lugar podría ofrecerte y todo gracias a su pequeña hermana. Más bien, por lo que sentía por ella y por todas las cosas que habían hecho juntos… gracias a ella.
No quería culparla porque él también tenía parte de la culpa de todo eso, pero si no hubiese sido por ella él no estuviese en esos momentos sintiéndose tan endemoniadamente mal. Debía admitirlo: aunque aun estaba eufórico por lo que había pasado entre ellos aquella noche, no podía evitar sentir un nudo en la garganta y un enorme peso sobre sus hombros debido a esto.
¡Era su hermana, por Dios santo! Y él se había acostado con ella sin que eso le importase en lo mas mínimo. Mucho menos el hecho de que estaba comprometida con su mejor amigo. No. Él solo pensó en lo que sentía al tener a Jessica entre sus brazos y en saciar esa desaforada y enloquecedora sed de ella que tenía. Solo pensaba en besar sus labios y en recorrer cada centímetro de su pequeño y delgado cuerpo con sus manos. En explorar cada rincón de su ser, en hacerla suya de una y mil maneras posibles.
En esos maravillosos momentos, ni sus padres, ni el compromiso de Jessica con Lucas, mucho menos los lazos de sangre que los unían le importaron en lo mas mínimo. Porque Jessica estaba con él, y no necesitaba preocuparse ni interesarse en nada más.
— ¿Ariel, estas con nosotros?—preguntó Lucas al ver el estado en el que se encontraba su amigo. Ariel lo miró con cara de no entender a que se refería. — Estas en las nubes, amigo.
—Lo siento. Estaba… pensando.
—Si, no tienes ni que decírmelo— rió. Luego, después de tomar un poco de su té, preguntó— ¿Quién es ella?
— ¿Perdona?
—Quién es la chica en la que estabas pensando. Porque es mas que seguro que era en una chica en quien estabas pensando.
Ariel pudo haberle dicho que pensaba en Jessica ya que no había nada de malo en que un hombre pensara en su hermana (a menos, claro, que lo hiciera en la forma en la que Ariel lo hacía). Pero prefirió no hacerlo ya que Lucas se había dado cuenta de que no estaba pensando en cosas muy… sanas.
—No es nadie que conozcas, Lucas. Y dejemos este tema, por favor. No me hace bien hablar de él.
—Como quieras. Yo solo sentí un poco de curiosidad por el hecho de que estabas casi babeando— volvió a reír a costa de su amigo. Pero cuando vio la sombría expresión en el rostro de su amigo, se detuvo en seco y le miró preocupado.
Ariel no era de las personas que tenían ese tipo de expresiones en su rostro muy a menudo. La única ocasión en la que vio a Ariel de esa forma, fue cuando Jessica se había escapado de su casa. Por esta razón su preocupación.
—Ariel, ¿sucede algo malo? Puedes contármelo, sabes que no se lo diré a nadie más.
Ariel dudó unos instantes pero después, agotado de cargar con el peso de su remordimiento él solo, decidió desahogarse con su amigo.
—En realidad sí me pasa algo y temo decirte que no es algo muy bueno.— hizo una pausa en la que tomó aliento y reconsideró si estaba bien contarle algo a su amigo; aunque no fuese toda la verdad— Estoy… enamorado de una chica que no es… apta para mi.
— ¿Su estatus económico tiene algo que ver?
—No, no es eso. Es solo que… ella está prohibida para mí. Ella y yo no podemos estar juntos, Lucas, y es eso lo que me tiene mal.
— ¿Pero tu la amas, verdad?
—Con toda mi alma— le dijo mirándolo fijamente. Lucas no dudó ni un solo instante en la veracidad de sus palabras.
— ¿Y no hay forma de que…?— Ariel negó lentamente con la cabeza.
Lucas se sintió realmente apenado por su amigo. Ariel necesitaba tanto ser feliz que era injusto que justo cuando encontraba a la mujer de su vida, no podía tenerla. Era injusto y deprimente y Lucas se sintió mal porque no había forma de solucionar ese problema.
— ¿Y ella, Ariel? ¿Qué siente ella por ti?
—En realidad…
Ariel se vio interrumpido por la tempestuosa entrada de una Jessica ataviada en un vaporoso vestido rosa pastel, la cual se veía realmente animada. Ariel inmediatamente se dio cuenta de que era su hermana la que había entrado tan alegremente al salón, refrenó las enormes ganas de salir corriendo que sintió. La había estado evitando, sí, pero no era lo mismo hacerlo disimuladamente que hacer una huida precipitada porque ella había entrado al salón. Mucho menos delante de Lucas, después de haberle confesado sus sentimientos.
—Oh, Lucas, estoy tan contenta de que hayas venido a visitarnos— le saludó alegremente, mientras se acercaba a él. Luego, ante la sorprendida mirada de los jóvenes, se inclinó hacia su prometido y lo besó y le dijo muy cerca de sus labios: — Tengo tantas cosas que contarte sobre nuestra boda.
— ¿A que se debe que estés tan contenta, Jessica?—preguntó Lucas, sonriendo, mientras la tomaba de la mano y la instaba a que se sentara a su lado.
— ¿Acaso una mujer a punto de casarse con el hombre que ama no puede estar feliz?
—Puede, pero tú nunca te has mostrado tan eufórica por lo del matrimonio con anterioridad. Una vez me dijiste que hasta le tenias miedo— Lucas sonrió.
—Los tiempos cambian, cariño. Además, antes pensaba de esa forma porque no tenía un prometido tan maravilloso.
Lucas se sonrojó espantosamente y le dirigió una mirada apenada a su amigo. Al ver que Ariel no los miraba, que estaba perdido en sus dolorosos pensamientos, Lucas le dio un toquecito a su prometida para que mirara hacia Ariel. Jessica esbozó las palabras “¿Qué le pasa?” para que su hermano no la escuchase. Lucas solo se encogió de hombros.
—Ariel, ¿Por qué estás así?—le preguntó Jessica, fingiendo no conocer la causa de su tormento. Era realmente despiadada cuando se lo proponía.
—No me pasa nada, Jessica. No te preocupes.
Ella ignoró ese comentario. Se acercó a él lentamente, se sentó sobre sus piernas sin que le importase que su prometido los estuviese mirando y le dio un gran abrazo. Luego, sin que Ariel se lo esperase, le dio un beso muy cerca de los labios (algo que Lucas, obviamente, no noto).
Ariel amaba a su hermana mas que a nada en el mundo, pero en esos momentos era capaz de matarla. Rodear su frágil cuello con sus manos y estrangularla. No podía creer lo cruel que era. No podía creer que fuese capaz de hacerle eso a él, que había dado todo de sí para protegerla. Él, que la amaba quizás más que el propio Lucas.
Ella sabía perfectamente por qué él estaba así. Sabía perfectamente por qué había estado evitándola todo ese tiempo. Sabia cuanto le dolía lo que había pasado entre ellos, el haber traicionado a su amigo. Y ahí estaba, como si nada hubiese pasado entre ellos. Actuando como si no tuviese su corazón entre sus dedos, oprimido, sangrando.
—No estés mal, Ariel— le dijo, aun abrazada a él— Nadie merece que estés así de triste.
Cierto. Ella no se merecía su dolor. Pero de todas formas sufría, como un condenado a muerte por algo que no había hecho.
—Tienes razón, Jessica. Nadie merece sufrir por algo que no ha hecho. Nadie merece sufrir por culpa de alguien sin sentimientos.
Jessica le dedicó una mirada dolida antes de ponerse de pie. Se acercó a Lucas, lo tomó de la mano y lo hizo ponerse de pie.
—Vámonos, Lucas. Dejémoslo solo con su dolor, ya que no quiere aceptar nuestra compañía. Nosotros tenemos cosas más importantes que hacer que quedarnos aquí, deprimiéndonos con él.
Lucas miró confundido a uno y a otro. No podía entender por qué razón ambos actuaban de esa forma el uno con el otro si siempre se habían mostrado muy comprensivos y cariñosos entre sí. Pero no quería preguntar. No estaba entre sus planes inmiscuirse demasiado en los problemas de Ariel. Si su amigo no quería contarle, él no iba a forzarlo.
Ariel no levantó la mirada cuando la pareja salió del salón. Solo se quedó ahí, rumiando las palabras de Jessica. Aceptando el hecho de que para ella, él solo había sido un juguete. Bien, si ella se mostraba tan ufana y tan tranquila, él también podría hacerlo. Si ella fingía que entre ellos dos no pasó nada, ¿por qué tenia él que estar lamentándose como una magdalena?
Aunque le doliese el alma al pensar en eso, le iba a pagar a su hermana con la misma moneda.
Claim: JessicaxAriel, Lucas
Título: Doloroso Pecado
Palabras: 1488 palabras
Advertencias: Incesto.
Notas: Me he encaprichado con esos dos personajes. Es que, definitivamente, me encanta escribir incesto (aunque no sea realmente buena en ello). A los que no les guste el incesto, lo siento. A los que les gusta, espero sus opiniones ^^.
Era un pecador, uno de los mejores pecadores que podían existir. Era una de las personas que tenían un pase directo y sin escalas al infierno; de los que tenían un lugar reservado con todas las comodidades que este lugar podría ofrecerte y todo gracias a su pequeña hermana. Más bien, por lo que sentía por ella y por todas las cosas que habían hecho juntos… gracias a ella.
No quería culparla porque él también tenía parte de la culpa de todo eso, pero si no hubiese sido por ella él no estuviese en esos momentos sintiéndose tan endemoniadamente mal. Debía admitirlo: aunque aun estaba eufórico por lo que había pasado entre ellos aquella noche, no podía evitar sentir un nudo en la garganta y un enorme peso sobre sus hombros debido a esto.
¡Era su hermana, por Dios santo! Y él se había acostado con ella sin que eso le importase en lo mas mínimo. Mucho menos el hecho de que estaba comprometida con su mejor amigo. No. Él solo pensó en lo que sentía al tener a Jessica entre sus brazos y en saciar esa desaforada y enloquecedora sed de ella que tenía. Solo pensaba en besar sus labios y en recorrer cada centímetro de su pequeño y delgado cuerpo con sus manos. En explorar cada rincón de su ser, en hacerla suya de una y mil maneras posibles.
En esos maravillosos momentos, ni sus padres, ni el compromiso de Jessica con Lucas, mucho menos los lazos de sangre que los unían le importaron en lo mas mínimo. Porque Jessica estaba con él, y no necesitaba preocuparse ni interesarse en nada más.
— ¿Ariel, estas con nosotros?—preguntó Lucas al ver el estado en el que se encontraba su amigo. Ariel lo miró con cara de no entender a que se refería. — Estas en las nubes, amigo.
—Lo siento. Estaba… pensando.
—Si, no tienes ni que decírmelo— rió. Luego, después de tomar un poco de su té, preguntó— ¿Quién es ella?
— ¿Perdona?
—Quién es la chica en la que estabas pensando. Porque es mas que seguro que era en una chica en quien estabas pensando.
Ariel pudo haberle dicho que pensaba en Jessica ya que no había nada de malo en que un hombre pensara en su hermana (a menos, claro, que lo hiciera en la forma en la que Ariel lo hacía). Pero prefirió no hacerlo ya que Lucas se había dado cuenta de que no estaba pensando en cosas muy… sanas.
—No es nadie que conozcas, Lucas. Y dejemos este tema, por favor. No me hace bien hablar de él.
—Como quieras. Yo solo sentí un poco de curiosidad por el hecho de que estabas casi babeando— volvió a reír a costa de su amigo. Pero cuando vio la sombría expresión en el rostro de su amigo, se detuvo en seco y le miró preocupado.
Ariel no era de las personas que tenían ese tipo de expresiones en su rostro muy a menudo. La única ocasión en la que vio a Ariel de esa forma, fue cuando Jessica se había escapado de su casa. Por esta razón su preocupación.
—Ariel, ¿sucede algo malo? Puedes contármelo, sabes que no se lo diré a nadie más.
Ariel dudó unos instantes pero después, agotado de cargar con el peso de su remordimiento él solo, decidió desahogarse con su amigo.
—En realidad sí me pasa algo y temo decirte que no es algo muy bueno.— hizo una pausa en la que tomó aliento y reconsideró si estaba bien contarle algo a su amigo; aunque no fuese toda la verdad— Estoy… enamorado de una chica que no es… apta para mi.
— ¿Su estatus económico tiene algo que ver?
—No, no es eso. Es solo que… ella está prohibida para mí. Ella y yo no podemos estar juntos, Lucas, y es eso lo que me tiene mal.
— ¿Pero tu la amas, verdad?
—Con toda mi alma— le dijo mirándolo fijamente. Lucas no dudó ni un solo instante en la veracidad de sus palabras.
— ¿Y no hay forma de que…?— Ariel negó lentamente con la cabeza.
Lucas se sintió realmente apenado por su amigo. Ariel necesitaba tanto ser feliz que era injusto que justo cuando encontraba a la mujer de su vida, no podía tenerla. Era injusto y deprimente y Lucas se sintió mal porque no había forma de solucionar ese problema.
— ¿Y ella, Ariel? ¿Qué siente ella por ti?
—En realidad…
Ariel se vio interrumpido por la tempestuosa entrada de una Jessica ataviada en un vaporoso vestido rosa pastel, la cual se veía realmente animada. Ariel inmediatamente se dio cuenta de que era su hermana la que había entrado tan alegremente al salón, refrenó las enormes ganas de salir corriendo que sintió. La había estado evitando, sí, pero no era lo mismo hacerlo disimuladamente que hacer una huida precipitada porque ella había entrado al salón. Mucho menos delante de Lucas, después de haberle confesado sus sentimientos.
—Oh, Lucas, estoy tan contenta de que hayas venido a visitarnos— le saludó alegremente, mientras se acercaba a él. Luego, ante la sorprendida mirada de los jóvenes, se inclinó hacia su prometido y lo besó y le dijo muy cerca de sus labios: — Tengo tantas cosas que contarte sobre nuestra boda.
— ¿A que se debe que estés tan contenta, Jessica?—preguntó Lucas, sonriendo, mientras la tomaba de la mano y la instaba a que se sentara a su lado.
— ¿Acaso una mujer a punto de casarse con el hombre que ama no puede estar feliz?
—Puede, pero tú nunca te has mostrado tan eufórica por lo del matrimonio con anterioridad. Una vez me dijiste que hasta le tenias miedo— Lucas sonrió.
—Los tiempos cambian, cariño. Además, antes pensaba de esa forma porque no tenía un prometido tan maravilloso.
Lucas se sonrojó espantosamente y le dirigió una mirada apenada a su amigo. Al ver que Ariel no los miraba, que estaba perdido en sus dolorosos pensamientos, Lucas le dio un toquecito a su prometida para que mirara hacia Ariel. Jessica esbozó las palabras “¿Qué le pasa?” para que su hermano no la escuchase. Lucas solo se encogió de hombros.
—Ariel, ¿Por qué estás así?—le preguntó Jessica, fingiendo no conocer la causa de su tormento. Era realmente despiadada cuando se lo proponía.
—No me pasa nada, Jessica. No te preocupes.
Ella ignoró ese comentario. Se acercó a él lentamente, se sentó sobre sus piernas sin que le importase que su prometido los estuviese mirando y le dio un gran abrazo. Luego, sin que Ariel se lo esperase, le dio un beso muy cerca de los labios (algo que Lucas, obviamente, no noto).
Ariel amaba a su hermana mas que a nada en el mundo, pero en esos momentos era capaz de matarla. Rodear su frágil cuello con sus manos y estrangularla. No podía creer lo cruel que era. No podía creer que fuese capaz de hacerle eso a él, que había dado todo de sí para protegerla. Él, que la amaba quizás más que el propio Lucas.
Ella sabía perfectamente por qué él estaba así. Sabía perfectamente por qué había estado evitándola todo ese tiempo. Sabia cuanto le dolía lo que había pasado entre ellos, el haber traicionado a su amigo. Y ahí estaba, como si nada hubiese pasado entre ellos. Actuando como si no tuviese su corazón entre sus dedos, oprimido, sangrando.
—No estés mal, Ariel— le dijo, aun abrazada a él— Nadie merece que estés así de triste.
Cierto. Ella no se merecía su dolor. Pero de todas formas sufría, como un condenado a muerte por algo que no había hecho.
—Tienes razón, Jessica. Nadie merece sufrir por algo que no ha hecho. Nadie merece sufrir por culpa de alguien sin sentimientos.
Jessica le dedicó una mirada dolida antes de ponerse de pie. Se acercó a Lucas, lo tomó de la mano y lo hizo ponerse de pie.
—Vámonos, Lucas. Dejémoslo solo con su dolor, ya que no quiere aceptar nuestra compañía. Nosotros tenemos cosas más importantes que hacer que quedarnos aquí, deprimiéndonos con él.
Lucas miró confundido a uno y a otro. No podía entender por qué razón ambos actuaban de esa forma el uno con el otro si siempre se habían mostrado muy comprensivos y cariñosos entre sí. Pero no quería preguntar. No estaba entre sus planes inmiscuirse demasiado en los problemas de Ariel. Si su amigo no quería contarle, él no iba a forzarlo.
Ariel no levantó la mirada cuando la pareja salió del salón. Solo se quedó ahí, rumiando las palabras de Jessica. Aceptando el hecho de que para ella, él solo había sido un juguete. Bien, si ella se mostraba tan ufana y tan tranquila, él también podría hacerlo. Si ella fingía que entre ellos dos no pasó nada, ¿por qué tenia él que estar lamentándose como una magdalena?
Aunque le doliese el alma al pensar en eso, le iba a pagar a su hermana con la misma moneda.
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