La Premonición
Titulo: Regalo inesperado
Fandom: La Premonición.
Claim: Anne FosterxLuke Brown
Tema: # 22- Libro
Palabras: 1310 palabras
Advertencias: ninguna.

Leer era uno de los pocos pasatiempos que tenia Luke y era algo que muy pocas personas sabían o imaginaban sobre él. Luke no era, precisamente, el tipo de hombre que imaginas cómodamente sentado en un sillón, disfrutando de un buen libro. La gente, más bien, lo veía como el tipo de persona que toma un libro entre sus manos cuando era estrictamente necesario. O quizás para golpearte con él. Que equivocados estaban.

Cuando Luke tenia un libro entre sus manos, sentía que todos los problemas y dificultades por las que atravesaba, desaparecían dejándolo envuelto en una nube de paz y felicidad. Leer era su único escape, lo que le provocaba la mayor satisfacción al final del día. Lo único que le hacia olvidar la maldición que amenazaba con destruir su mundo (y eso ya era mucho que decir).

Cuando se veía libre de todas esas nuevas obligaciones que tenia por ser “alguien importante”, iba a la biblioteca del castillo y se pasaba horas leyendo los libros de la vastísima colección que habían empezado a juntar hacia mas de quinientos años los antiguos moradores de ese castillo. Y podía jurar que se sentía feliz. Por un cortísimo periodo de tiempo, Luke podía jurar que era medianamente feliz.

Y como ya era una costumbre para él, ese día no iba a ser diferente. Por eso, se encaminó rápidamente, buscando la forma de no ser visto por ninguna de las doncellas del reino, hacia la solitaria biblioteca.

El lugar era enorme, lleno de altísimas estanterías repletas de libros con cubiertas de variados colores. Las pocas mesitas y sillas que habían, estaban colocadas al fondo, en la parte derecha del lugar, por lo que eran vistas inmediatamente entrabas. En cambio, el amplio y mullido sofá que él solía ocupar, estaba muy al fondo en la parte izquierda, oculto a la vista por las estanterías.

Prefería leer en ese lugar no por el sillón precisamente, sino porque, al estar algo oculto, le daba más privacidad. Pero, sobre todo, porque podía ver los vastos terrenos del castillo a través de la ventana. Los amplios y decorados jardines alumbrados por la luz de la luna era una de las vistas más hermosas del castillo.

Caminó entre las estanterías buscando aquel libro que tanto le había llamado la atención el día anterior, y se sorprendió al no encontrarlo. Eso no tenia sentido ya que nadie mas que él entraba a ese lugar, y él estaba seguro de no haberlo tomado o movido de su sitio. Encogiéndose de hombros, se dispuso a pasar el índice derecho sobre los lomos de los libros que tenia en frente mientras leía los títulos en voz baja. Se decantó por un libro de terror escrito por un terrano llamado Basker Clive.

Esbozó una sonrisa melancólica al darse cuenta de lo mucho que Anne lo había cambiado. Él, jamás, hubiese pensado siquiera en leer un libro terrano porque los odiaba a muerte (a los terranos, por supuesto), pero al final había terminado enamorado de una terrana. Una que era prohibida. ¿Acaso no era esa una ironía del destino?

Ya con el libro en la mano, se dirigió hacia su lugar favorito. Iba hojeando el libro todo el camino, por lo que no se percató de la persona que, en una postura relajada, ocupaba su sillón mientras leía el libro que él había estado buscando.

Su visitante vestía un largo vestido blanco, el cual se había movido un poco mostrando sus piernas a través de la pecaminosa abertura que le llegaba un poco mas arriba de la mitad del muslo derecho. Este se ceñía a su esbelto cuerpo denotando cada una de sus seductoras curvas, esas que eran capaces de enloquecer hasta al más cuerdo de los hombres. Y su largo y exageradamente rojo cabello caía en capas desordenadas sobre sus hombros desnudos y su frente. Sus pequeñas y delicadas manos, de uñas pintadas de un brillante rojo sangre, pasaban las páginas de aquel libro con extrema delicadeza, como si temiese arruinarlo con ese simple movimiento.

Estaba hermosa. Pecaminosamente hermosa. Era, como siempre, la viva representación de una diosa pagana que bajaba al mundo mortal para atormentar a los hombres con su increíble belleza.

Ella levantó la vista y la posó en él. En el acto, sintió una calida sensación apoderándose de ella. ¡Cuanto lo había extrañado! Pero él no parecía pensar lo mismo. Estaba mirándola con una clarísima expresión de sorpresa en el rostro; la miraba como si ella fuese una aparición. Como si no debería estar ahí. Como si no hubiese una explicación lógica para lo que estaba viendo.

—Hola, Luke— le dijo, mientras le dedicaba una radiante sonrisa. Él no le correspondió el gesto. Estaba demasiado conmocionado.

— ¿Qué haces aquí?

— ¿Acaso uno no puede visitar a sus amigos de vez en cuando?—preguntó mientras se sentaba en el sofá con las piernas elegantemente cruzadas.

—No suele pasar muy a menudo cuando estos están en la otra punta del mundo. —le dijo, mientras se cruzaba de hombros.

Ella hizo un movimiento con su mano derecha para restarle importancia al asunto.

—Si, bueno, yo soy un caso especial. No soy capaz de alejarme de mis seres queridos aunque estos estuviesen en otro planeta.

Sí, él sabía muy bien de que era capaz esta mujer por sus seres queridos. Él había visto todo lo que había sufrido y por lo que había tenido que pasar para poder sacar a Edna del Camino de las Almas. No todo el mundo haría eso, por más agradecido que fuese.

—Aún no me has respondido, Anne— la chica le sonrió por haber usado su nombre a secas, sin ningún molesto apelativo acompañándolo— ¿Qué haces aquí?

Anne se puso de pie lentamente y se acercó a él.

—Vine a traerte un regalo— chascó los dedos y un paquete rectangular, en vuelto en papel rojo, apareció flotando frente a ellos. — Estuve buscándolo durante un tiempo ya que se lo mucho que te gustaría tenerlo. Hubiese sido algo imposible encontrarlo pero, dada mi actual condición, dudo que esa palabra vuelta a estar relacionada a mi alguna vez.

Él seguía sin tomar el regalo, no porque no lo quisiera, sino porque todo eso le parecía demasiado irreal. ¿Anne, ahí, entregándole un regalo? Si, claro. Como si su esposo la dejaría hacer eso.

—Anda, tómalo. Prometo que va a gustarte. A menos, que tus gustos hayan cambiado de la noche a la mañana y yo no me haya enterado. —Luego se estiró un poco, apoyando sus manos sobre el pecho de él y le dio un casto y calido beso en la mejilla. —Feliz cumpleaños, Luke.

Y dicho esto, se encaminó a la salida de la biblioteca.

Aún sorprendido, tomó el paquete que permanecía flotando frente a él y lo abrió. Era un libro. El libro más deseado por todos los hellavenianos. El único libro en todo el mundo (incluyendo el Terrano) que contaba la verdadera historia de la gente de su mundo y la de el que estaba del otro lado de la puerta. Todo lo que estuviese relacionado con ello, estaba en ese libro, y él ahora lo tenía en sus manos.

Solo había un ejemplar en el mundo, (escrito por un hellaveniano llamado Aaron, el cual había trabajado para el reino al principio de los tiempos, como Recolector) por lo que él supo que, a pesar de sus palabras, había sido bastante difícil de conseguir. Pero ella lo había buscado, sabría Dios desde hacia cuanto tiempo, y se lo había llevado a su nueva casa como regalo de cumpleaños.

Este era, sin duda alguna, el regalo más grande y maravilloso que alguien pudiese darle. Pero él en realidad no apreciaba el libro (aunque no podía negar que, como ella había dicho, le encantaba el regalo), sino la acción de la joven. Eso era algo que, para él, no tenía precio.
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