La Premonición
Titulo: La Venganza es Dulce
Claim: AnnexLuke
Fandom: La Premonición
Prompt: Beso Exigente— pertenece a la tabla Tipos de besos de la Tabla Amor del foro Retos Ilustrados. xDD 8)
Palabras: 1757 palabras
Notas: Es la continuación de el one-shot homónimo. Está dedicado a mi amadísima nee-san Lukia, ya que estaba peleando conmigo por haber dejado el otro one-shot en una parte muy interesante. Nee-san, te quiero *la estruja* Espero que te guste.

***

Estaba a salvo. No podía creerlo. Luke, después de todo, había optado por dejarla en paz. No había tocado la puerta (ella dudaba mucho de que él, cuando estaba enojado, fuese de los que tocaban la puerta. Mas bien, se lo imaginaba como de los que la tiraban de una patada), no había gritado ni lanzado maldiciones al viento en su nombre. Mucho menos había utilizado sus poderes para tratar de hacerle daño.

¿Debería sentirse aliviada porque aún estaba viva e ilesa, o mal porque el beso, ese perfecto y maravilloso beso que habían compartido había significado tan poco para él que ni siquiera tenía intenciones de vengarse?

Esa era, realmente, la pregunta del siglo.

—“Deja de pensar en tonterías”— le dijo esa vocecita en su cabeza que ya le resultaba tan familiar— “Si para él ese beso significó o no significó nada, no debe importarte. A ti lo único que debería quitarte el sueño es si tu vida está corriendo peligro”.

Eso era mas fácil decirlo que hacerlo. Y Anne ya estaba cansada de decir que Luke no le inspiraba más que miedo; siempre que lo decía pasaba algo que le hacia darse cuenta de lo gran mentirosa que era.

Para muestra, un botón: el beso que le había dado a Luke hacia un rato. ¡Prácticamente lo había devorado! Y no es que se estuviese quejando ni mucho menos. Sólo quería que ese tipo de situaciones no ocurriesen porque, de una extraña manera, la hacía albergar esperanzas. Pero, sobre todo, la hacía quererlo cada vez un poco más.

Y ella no quería querer a Luke. No podía. Ella tenía una familia, unos amigos, un novio, una vida, del otro lado de la puerta. Ella no podía quedarse en ese mundo porque era como carnada para tiburones. Era, como bien había dicho Luke, una amenaza. Y ella lo que menos quería era cargar en la conciencia con el peso de la destrucción de un mundo. No gracias, eso no lo quería.

Dejando a un lado sus cavilaciones, se puso de pie y empezó a quitarse la ropa mientras se dirigía al baño. Por suerte, todas las habitaciones de esa casa tenían el baño integrado por lo que no corría el riesgo de encontrarse a Luke en el pasillo. Claro está, si este aún permanecía en la casa.

Y pensar en él no fue una buena idea. Si él solo recuerdo de su rostro, sus gestos (los que no estaban dedicados a ella, por supuesto), su forma de caminar y de moverse, su voz, provocaban estragos en su cuerpo, el recordar el beso fundió todo dentro de ella y la hizo sentir caliente y necesitada.

La sensación de sus cuerpos juntos, de sus labios danzando en un erótico baile que sólo ellos dos conocían, la sensación de su cabello entre sus dedos o de sus manos aferradas a su cadera, era demasiado para ella.

Y no pudo evitar desear tenerlo cerca para poder besarlo otra vez. Para sentir el calor de su cuerpo. Para escucharlo suspirar de placer cuando sus lenguas se encontraran…

Abrió la llave del agua fría y se metió en la bañera dispuesta a estar ahí hasta que todo el calor que le había provocado el encuentro con Luke se extinguiera. Incluso, se había puesto a pensar en sus clases de la universidad y en lo difícil que le resultaría ponerse al día, para acelerar el proceso de “relajación”. Eso, definitivamente, ayudó a calmarla.

Cuando estuvo lista, vestida y con los pies dentro de las calidas pantuflas, salió de la habitación rumbo a la cocina. Caminaba sigilosa por los pasillos, pegada a la pared (pensaba esconderse de Luke entrando en la primera habitación que encontrase vacía), deteniéndose algunas veces para cerciorarse de que él no andaba cerca.

Cuando llegó a su destino, metió sólo la cabeza y escudriñó el lugar. Nada, estaba despejado. Con un suspiro de alivio, entró a la cocina y se dispuso rápidamente a hacer un té.

Las luces se apagaron de pronto, dejando la cocina en completa oscuridad. Ni siquiera la luz de la luna, que se filtraba por la única ventana del lugar, lograba atravesar esa completa y fría oscuridad.

Jadeó, asustada, y aferró sus manos al borde de la encimera de la cual logró recostarse. Tanteó la superficie en busca de los fósforos que había visto cuando entró, y cuando logró encender uno tuvo que reprimir las ganas de gritar al no ver la llama del fósforo. Y estaba encendido porque ella sentía el calor en los dedos, pero no se veía nada. Decepcionada, sopló para apagarlo.

Este hecho le hizo darse cuenta de que esa repentina oscuridad no se debía a una bombilla rota o a algún problema con el generador. Esa oscuridad era producto de la magia. Alguien quería asustarla y ella le rogaba a todos los santos que fuese Luke porque si no, significaba que había alguien más en la casa y era seguro de que había ido por ella. Si no, no se hubiese tomado la molesta de dejar la casa a oscuras.

De pronto, un ruido la sacó de sus cavilaciones: el ruido de la puerta al abrirse y cerrarse. Después no se escuchó nada más; ni pasos, ni voces. Todo seguía estando silencioso, frío y oscuro.

Anne se detuvo un momento y se puso a recrear la cocina en su mente. Ella estaba recostada de la encimera, la cual estaba pegada a la pared izquierda (si la veías desde la puerta). En el centro de la estancia estaba una pequeña mesa redonda con cuatro sillas alrededor.

Caminó en dirección a la puerta guiándose por el borde de la encimera. Si seguía recto por ese camino, podría llegar a la salida sin hacer el menor ruido. Y quizás, si tenía mucha suerte, lograría escapar y ponerse a salvo.

Solo había dado unos cuantos pasos cuando chocó con una de las sillas, lo que hizo que esta produjera un fuerte chirrido mientras se deslizaba por el pulido suelo. Ahogó una maldición y siguió con su tarea. Tenía que salir de ahí y encerrarse en su habitación urgentemente. Por lo menos, hasta que Edna llegase y le pusiese orden a todo ese caos.

Pero no logró. Alguien la había tomado por el antebrazo izquierdo impidiéndole continuar. Y ella no necesitó luz o que su captor dijese una sola palabra para saber quien era. Jamás en la vida olvidaría las sensaciones que provocaban sus calidas manos sobre su piel.

Anna no dijo ni hizo nada porque sabía que no podía evitar lo que iba a pasar. Ella había tocado las puertas del infierno, ahora le tocaba encontrarse con el diablo.

— ¿Qué va…?— iba a preguntarle qué iba a hacerle pero él se lo impidió empujándola hacia la repisa, haciendo que jadeara al sentir el golpe en la parte mas baja de la espalda.

Su corazón se aceleró. “Oh, Dios mío, va a matarme. Va a matarme”, pensó, y sus ojos se llenaron de lágrimas. El terror comenzó a crecer dentro de ella haciéndola jadear, haciendo que su respiración se agitase.

Sintió el agarre de su mano calentarse, alentando a que el pánico corriese libre por su cuerpo. Iba a morir calcinada. Su muerte a manos de ese ángel demoniaco iba a ser lenta y muy dolorosa.

Él la agarró por el pelo y tiró hacia atrás (no bruscamente) para alzarle el rostro y exponer su cuello. Anne pudo imaginar la expresión de su rostro. Podía verla claramente; sus severos y fríos ojos grises fijos en ella. Su sonrisa maliciosa… su rubio y alborotado cabello enmarcando su perfecto y dolorosamente hermoso rostro.

¡Dios, como le gustaba ese hombre! ¡Cómo deseaba volver a besarlo!

Pero no iba a hacerlo. No iba a darle a él ventajas sobre ella. No iba a demostrarle que, a pesar de todo, ella sentía cosas (quizás demasiadas) por él.

Queriendo fingir que no sentía miedo, le preguntó:

— ¿Piensa hacer algo o pretende que nos quedemos aquí, así, toda la noche?

Él no le respondió. Por lo menos no con palabras. Asió más fuerte el agarre que ejercía sobre su brazo, la agarró por la nuca con la mano libre y la atrajo hacia sí para besarla. Ella jadeó, y él aprovechó esta oportunidad para adentrarse en su boca. Para atormentar a su lengua con la de él.

Con ayuda de Luke, Anne logró sentarse sobre la encimera, con las piernas abiertas para que él se acomodara entre ellas. Sus brazos, inmediatamente se vio libre del agarre de Luke, terminaron rodeando su cuello, atrayéndolo más hacia ella, acortando cada vez más la distancia entre sus cuerpos.

Luke se separó y ella volvió a atraerlo hacia sí, para seguir saboreando sus labios, para seguir caldeando su cuerpo. La mano izquierda de él se coló un poco por debajo del sweater y ella gimió al sentir sus dedos deslizándose por su piel. Se movió hacia delante y rodeó el cuerpo de Luke con las piernas. Esta vez fue él el que jadeó y ella se sintió complacida con esto.

El beso se tornó más fiero, más desesperado y necesitado. Ya la ropa empezaba a molestarle, ya sus manos deseaban hacer algo más que agarrarlo por el rostro. Ya su piel deseaba ser tocada, besada, mordida.

Deseaba a este hombre arriba, abajo, sobre, dentro, de todas las formas posibles. Y era un deseo demasiado fuerte e intenso. Salvaje. Algo que ni el beso más pasional podría satisfacer.

Luke se alejó de ella y Anne trató de volver a atraerlo a sus brazos. Pero él no se lo permitió. Ella no pudo impedir que un quejido saliese de sus labios. Y se lamentó en el acto. Había hecho lo que había evitado hacer: se había mostrado necesitada. Le había demostrado que no era inmune ni a sus besos ni a sus caricias. Que lo deseaba. Casi pudo escuchar su risa burlona y sus palabras despectivas.

—Eso fue para que te des cuenta, terrana, de quien tiene el poder aquí.

Su voz estaba calmada, aunque cargada de puro y cortante odio. ¿Cómo una persona que la odiaba tanto podía besarla con tal intensidad? ¿Cómo alguien tan frío y despiadado podía hacerla sentir tan bien, hacerla sentir tan calida y deseada? Para esas preguntas no tenía respuestas, aunque se moría de ganas por tenerlas.

Y así, sin decir una palabra más, Luke salió de la cocina, dejando a una débil, llorosa y desolada Anne sobre la encimera. Y, por arte de magia, la luz regresó, pero la calma de Anne no.
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