Titulo: La venganza es dulce.
Claim: AnnexLuke
Fandom: La Premonición
Prompt: Beso Pasional— pertenece a la tabla Tipos de Besos de la tabla Amor del foro Retos Ilustrados. 8) xDD
Palabras: 2023 palabras
Notas: OMG, esta es la primera vez que me propongo escribir una escena de beso entre estos dos. Ya se que hay un beso por ahí, pero ese no me gusta; por lo menos no la situación en la que se dio. Espero que este salga bien.
Cualquier sugerencia, queja o comentario, es bien recibido.
Disclaimer: esta historia y los personajes en ella son míos y solo míos. Si ves esto en otro lado, me gustaría que me lo hicieras saber.
Después de la escena en la biblioteca y de tener que soportar todas y cada una de las quejas de Cecil, se fue al salón, sola. Estaba cansada pero, extrañadamente, no tenía sueño. Y aunque lo tuviera, estaba segura de que no podría dormir. Lo que había pasado desde que sus ojos se habían encontrado con los fríos ojos grises de Luke no paraba de repetirse en su cabeza, atormentándola, haciéndola sentir cosas que no debería sentir.
Se recostó en el sillón y estiró la mano hacia la mesita de centro para tomar un libro pero se percató de que, con todo el trajín de su anterior y casi mortal encuentro, se le había olvidado sacar un libro de la biblioteca. Con un cansado suspiro, se puso de pie y caminó hacia allá.
La casa estaba desierta. Edna y Cecil habían salido (Cecil siendo arrastrado por su hermana) cuando había llegado la hora de trabajar. De Luke no sabía absolutamente nada. Y esperaba que fuese así durante un buen rato. Por lo menos hasta que sus hormonas lograran calmarse y recuperar un poco de cordura.
Esta vez, el paseo hacia uno de sus lugares favoritos de la casa no estaba cargado de una extraña atmosfera. No le inspiraba curiosidad y miedo. Y aunque todo estaba calido, sabía la razón: Edna le había puesto un hechizo a la casa para que ella no se congelase; lo cual Anne agradeció enormemente porque odiaba el frío.
La biblioteca, hermosa, con su enorme y altísimo techo y sus estanterías llenas de libros con cubiertas de colores, estaba exactamente como la había dejado. La mesa con la que había chocado cuando había intentado salir corriendo del lugar estaba desalineada en relación con las otras, y la silla en la que Luke había puesto su chaqueta también estaba fuera de lugar. Todo permanecía intacto, como si ahí no hubiese pasado absolutamente nada. Como si su vida no hubiese estado tambaleándose en la cuerda floja.
Ver todo eso le hizo sentir rabiosa. Luke la había lastimado, no solo física sino también emocionalmente. Había dejado marcas en su cuello cuando había tratado de estrangularla. Y había dejado marcas en su alma al saberse tan frágil y desprotegida. Al ver todo el odio que ella le inspiraba.
Por lo que le había hecho, se merecía un castigo. Uno muy grande. Pero ella no era capaz de hacer nada. Luke era, prácticamente, un dios. Él tenía poderes y ella no. Él podía matarla solo con pensarlo y ella no podía ni siquiera empujarlo porque sabía que no lograría moverlo ni un solo centímetro.
Ella era débil y él no, y por esa razón tenía que tragarse su rabia y resignarse.
Caminó por entre las estanterías (ya conocidas por ella ya que pasaba la mayor parte de su tiempo libre allí) buscando uno de los pocos libros de escritores terranos que Edna tenía. El lugar estaba silencioso, tranquilo, pero había algo en el ambiente que la hacía sentirse inquieta y nerviosa. Tomó un libro cualquiera cuando la situación se volvió insoportable y se dirigió a la salida de la biblioteca con pasos rápidos.
Estaba empezando a sentirse aterrada y eso no era bueno. De alguna extraña forma sentía que si se dejaba dominar por el terror, seria capturada más rápido.
“Deja de pensar en estupideces, Anne”— le dijo una vocecita en su cabeza —“Aquí no hay nadie. Estás sola. Estás a salvo”. Pero ella, extrañamente, pensaba que no era así.
Cuando estaba a medio camino del salón, una de las puertas de la pared que estaba a su derecha, se abrió. Conteniendo un grito de terror y sin siquiera mirar, emprendió la carrera hacia su habitación. Giró a la izquierda cuando llegó al final de ese pasillo, tan rápido que pensó que iba a caerse o a estrellarse con una de las paredes.
Siguió corriendo, sintiéndose extrañamente a salvo ya que su habitación estaba al final de ese pasillo y el camino estaba despejado. Al parecer, la persona que estaba en la casa no se había percatado de que ella estaba ahí. O, quizás, se había perdido y dirigido hacia otro lugar; las casas del Hellaven solían ser muy engañosas.
Llegó al final de pasillo, cansada y sofocada, pero sintiéndose tranquila. Estaba a salvo, por lo menos medianamente. Cuando iba a abrir la puerta, alguien la tomó bruscamente del hombro y le dio la vuelta. Esta vez no pudo evitar gritar. Mucho menos pudo evitar que el libro se le cayera de las manos debido al susto. Y a pesar de ver el rostro de su perseguidor, no se sintió a salvo. Luke no era la persona en la cual ella confiaría en esos momentos.
— ¿Qué demonios se supone que estas haciendo, terrana?
Su voz fue fría, cortante, como la afilada hoja de una cuchilla. A Anne se le heló la sangre en las venas pero no quiso demostrar flaqueza. No quería darle más motivos para que siguiera burlándose de ella.
— ¿Qué hace aquí? ¿Cuándo llegó?— le cuestionó con voz firme, o por lo menos pretendió que así lo fuera.
—Yo no tengo por qué responder tus preguntas, pero tu sí tienes que responder las mías. Así que, ¿qué se supone que estas haciendo? ¿Por qué demonios estabas corriendo de esa forma? — preguntó, con exigencia.
Ella no dijo nada, pero el ligero rubor que cubrió sus mejillas la delató. Él, en respuesta, esbozó la sonrisa maliciosa más hermosa que Anne hubiese visto en su vida. Y sus rodillas se debilitaron, como si de pronto hubiesen dejado de ser de hueso para convertirse en goma.
—Estabas huyendo de mi— seguía sonriendo, provocando en Anne cosas que no quería sentir. Que no debía, que no tenía permitido sentir.
Él la odiaba, y ella debería odiarlo a él por el simple hecho de que era su enemigo. Él sólo estaba esperando la oportunidad idónea para deshacerse de ella sin verse comprometido. O, en su defecto, sin que se viese perjudicada su relación con Edna.
Él la quería ver muerta. Se lo había dicho en el mismo instante en el que la había visto.
Le había demostrado su odio, la repulsión que sentía por ella, las ganas que tenía de matarla justo con una mirada; después fue con gestos y palabras. Y ahí estaba ella, embelesada ante su belleza. Deseando fervientemente que el contacto de su mano sobre su hombro dejase de ser tan brusco y se convirtiese en una suave caricia. Deseando que sus hermosos y carnosos labios se posaran sobre los de ella, besándola como si hubiese deseado hacerlo toda la vida.
—Me tienes miedo— dijo, y en esos momentos su voz sonó ronca, tan sensual que provocó estragos dentro de ella.
Y se sorprendía de que él no se percatase del sin fin de reacciones de las que era victima su cuerpo. Pero lo que más le sorprendía era el hecho de que él estaba demasiado cerca de ella y de que su mano seguía manteniendo su firme agarre sobre su hombro izquierdo. Estaban cerca, peligrosamente cerca, y esta vez él no se mostraba asqueado, solo… molesto. Muy molesto.
—No le tengo miedo. Y no estaba huyendo de usted— logró decir, después de tragarse el nudo que tenía en la garganta.
— ¿Por qué corrías? ¿De quién estabas huyendo?
“De ti”, quiso decirle, pero algo dentro de ella le decía que no era la mejor opción.
—De nadie. Ahora, me gustaría entrar a mi habitación.
Él la miró como si le hubiese salido una segunda cabeza y no se hubiese dado cuenta. Y ella, tarde, comprendió que había cometido el grandísimo error de faltarle el respeto (aunque realmente no lo había hecho, pero como a él había que tratarlo como si fuese de la realeza…). Si antes, que no había hecho nada, había estado a punto de matarla, no quería imaginarse lo que le haría en esos momentos. Y ella estaba sola, posiblemente durante un largo rato. ¡Que alguien la ayudase!
La presión sobre su hombro incrementó, haciéndole tener una idea de que tan doloroso sería todo el proceso.
—Que no se te olvide con quien estas hablando, terrana. Mucho menos el hecho de que aquí no están ni Cecil ni Edna para defenderte o protegerte.
Y por alguna extraña razón, se sintió rabiosa por sus palabras. Y no pudo contener toda esa ira que estaba creciendo dentro de ella. Mucho menos detenerla cuando quiso salir a borbotones de su cuerpo.
— ¿Y qué pretende hacer?—le preguntó, con la voz mas ruda de la que era capaz en esos momentos— ¿Estrangularme, como trató de hacerlo en la mañana?
Él deslizó su mano hacia su cuello y la cerró sobre este sin dudarlo siquiera. El gesto, en vez de aterrarla, la hizo sentir ansiosa y deseosa. Y, como resultado, empezó a preguntarse si no tenía una vena masoquista dentro de ella. No era posible que en semejante momento de peligro, ella estuviese apreciando la suavidad de sus dedos o lo calidos que eran. O lo bien que se sentirían recorriendo cada rincón de su ser.
—Debería hacerlo, porque solo eres una molestia. Porque tú presencia en este mundo solo trae problemas. Porque eres detestable…
— ¿Y por qué no lo hace?—le interrumpió, mientras se acercaba un poco más a él.
Si él iba a matarla más adelante, quería darse ese lujo en esos momentos. Sonrió, ya que ese pensamiento le había dado una placentera y gratificante idea.
Luke, como era de esperarse, no respondió la pregunta que Anne le había hecho. Tampoco se alejó cuando ella se acercó más. Parecía estar probando hasta dónde su bravuconería iba a llegar. Parecía estar retándola a que se adentrara aún más a la boca del lobo.
—Respóndame. ¿Por qué no me mata y libra a este mundo de semejante plaga?
—Créeme, eso es lo que mas deseo hacer en el mundo. Pero no lo haré porque no quiero ensuciarme las manos con tu…
Anne no lo dejó terminar. En un acto de valentía que realmente la sorprendió, acortó la poquísima distancia que los separaba y unió sus labios con los de él en un beso desesperado, pasional. Pensó que él iba a alejarla de sí y a matarla ahí mismo, pero, contrario a toda lógica, correspondió el beso con la misma ansia y necesidad con la que ella lo besaba a él.
Anne no supo cual de los dos fue el que terminó de acortar la distancia que separaba sus cuerpos, ni el que había dado el paso que hacia falta para que ella terminase apoyada de la pared. Tampoco se dio cuenta del momento en el que una de sus manos se enredó en su rubio y alborotado cabello, o del momento en el que sus piernas rodearon el cuerpo de Luke.
Pero sí fue conciente de cada uno de los gemidos de placer que salieron de su boca, de los suspiros de Luke, de sus fuertes brazos manteniéndola en su lugar. De las mordidas, del excitante baile que tenían sus lenguas dentro de sus bocas, del sabor de los labios de Luke. Fue conciente del desbordante caudal de deseo que se apoderaba de su cuerpo, de las ansias de ambos de llegar más lejos, de los miedos; principalmente del miedo a separarse, porque sabían que no iba a poder seguir besándose ya que no tenían una buena excusa para continuar.
Cuando sus labios se separaron, después de lo que a Anne le había parecido un tiempo muy corto (aunque en realidad no lo fue), y logró poner los pies en el suelo, hizo acopio de todas las fuerzas que tenía para no volver a besar esos perfectos labios que estaban tan cerca de los suyos. Y estuvo tentada a hacerlo, ya que Luke se veía más o menos vulnerable en esos momentos, pero decidió no seguir tentando su suerte. Mucho había conseguido esa noche, quizá demasiado.
—Y eso— dijo, con la respiración agitada, al igual que los latidos de su corazón— que no quería ensuciarse las manos conmigo.
Y sin siquiera darle tiempo a reaccionar, se dio la vuelta, abrió la puerta y se encerró en la habitación.
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