Titulo: Incredulidad
Fandom: Mi historia “Entre el amor y el odio”
Claim: LucasxJessica
Palabras: 1026
Advertencias: Spoilers, muerte de personaje
Lucas nunca creyó en el amor, en realidad. Se había enamorado muy joven, era cierto, pero nunca había creído que ese sentimiento le haría feliz el resto de su vida. Y todo porque la mujer que había amado, aquella que era la luz de sus ojos, el aire que respiraba, la sangre que corría por sus venas, estaba interesada en su hermano mayor, el cual, a ella, le llevaba seis años.
Ella, a pesar de que eran grandes amigos y confidentes, nunca le reveló sus sentimientos por Josh, pero él no necesitaba que lo hiciera ya que lo podía ver en sus ojos. Podía percibirlo a través de su nervioso tono de voz, del sonrojo de sus mejillas y la vacilación de sus gestos cuando estaba frente a Josh. Pero al parecer él era el único que se percataba de ello. Estaba seguro de que si Josh lo hubiese sabido, no se hubiese comportado de esa forma con ella; no le habría dado alas a su ya muy enamorado corazón.
Pero el amor que Jessica le había profesado a su hermano no era la causa de su falta de fe en el amor. No. Ese solo fue el detonante de una serie de bombas que fueron estallando, lentamente al principio. Una por una, quizás como una forma para que él se diera cuenta del peligro. Luego fueron estallando a intervalos más rápidos, hasta que al final, las que quedaron, estallaron todas juntas, destruyendo su mundo sin que él pudiese hacer algo para evitarlo.
Pero Jessica le había dicho cual era el cable a cortar y él lo ignoró. Ella le había dicho hasta el cansancio y siempre al borde de las lagrimas, lo que tenia que hacer y él la rechazó, la ignoró, la insultó y la maltrató hasta que el dolor que le provocaron sus heridas fueron mas fuertes que su amor por él. Y lo dejó a merced de su ceguera. Se cansó de ser siempre la victima del amor y tomó cartas en el asunto para remediarlo. No sin antes, arruinar la vida de las dos personas que se la habían arruinado a ella.
Él aun podía oír las palabras que salieron de sus labios la noche en que murió. Su tono de voz era bajo, susurrante y las palabras salían teñidas de dolor, sangre y algo de locura. Si, su dolor la había enloquecido un poco, y era algo comprensible. Ella había sufrido tanto…
Él, cuando recordaba aquel fatídico momento en el que una Jessica herida de bala reposaba sobre sus piernas, se estremecía como en aquel momento. Ese, lamentablemente, sería un recuerdo que lo acompañaría hasta el fin de sus días. Y estaba seguro de que en su lecho de muerte lo recordaría una y otra vez para que ni siquiera allí tuviera paz.
—Quisiera decirte tres cosas, Lucas. — Le había dicho Jessica— La primera es que, por más que trate, no puedo perdonarte.
En esos momentos ella había hecho una pausa para proferir un gemido de dolor. Pero él no recordaba ni las pausas, ni los quejidos, ni las lágrimas que bañaban el rostro de ambos. Mucho menos recordaba la sangre, ese mar rojo que arruinaba su hermoso vestido rosa. No. Para él ese momento eran solo las palabras que ella había pronunciado y solo eso servía para matarlo lenta y dolorosamente.
—La segunda cosa es que a pesar de todo, te sigo amando.
Después de decir esas palabras había esbozado aquella sonrisa maliciosa que a él no le gustaba y le había dicho con muchísimo esfuerzo:
—Y la tercera es que estoy… estaba embarazada. Ibas a ser papá, Lucas. Felicidades.
Justo en ese momento las bombas explotaron destruyéndolo todo; sus esperanzas, su corazón, a Jessica y al bebe que nunca iba a conocer, sus ganas de vivir. No le había quedado más que un enorme y sangrante vacío en el pecho.
Jessica había muerto en sus brazos a los pocos minutos de haber hecho su confesión y él se había dado cuenta de ello solo por el estridente grito de dolor que había proferido Margaret antes de arrodillarse frente a él y quitarle a la chica de los brazos. Ariel y Marco lo habían puesto de pie y habían tratado de traerlo a la realidad casi a los golpes, pero él no volvía. No podía porque Jessica le había metido la mano en el cuerpo y se había llevado todo lo que tenia dentro. Se lo había llevado al infierno, de seguro, porque si estuviera en el cielo, él no hubiese sufrido de esa manera. No hubiese sentido aquel sofocante y doloroso ardor apoderándose de su ser.
Había tratado de sacarse del cuerpo toda esa sangre que corría como lava por sus venas abriéndose las muñecas pero sus padres se lo habían impedido todas las veces que lo había intentado. Margaret y Ariel también lo habían hecho. Incluso Marco. Y siempre que lo hacían le decían algo sobre suicidio; pero él no quería hacer eso. Solo quería aliviar su dolor. Pero no lo habían dejado y lo habían obligado, incluso, a sacar su alma del infierno en el que Jessica la había puesto.
Había tenido que recuperarse y resignarse aunque no quería hacerlo. Había tenido que volver a su vida de antes, volver a ser quien era porque no le quedaba de otra.
Y había tenido que luchar contra el impulso de matar a su hermano cuando fue a visitarlo a la cárcel. Porque Josh era el único culpable. Por él, Jessica había huido de su casa. Por él, Lucas no había sido feliz con ella. Por él, Jessica había sido salvajemente golpeada, humillada y marginada ante la sociedad. Por él, Jessica había dejado de ser la chica dulce y feliz que había conocido. Por él, Lucas no creía en el amor, y por él, por su irracional deseo de hacer sufrir a la joven, Jessica estaba muerta. Él le había disparado. Él la había terminado de matar.
Después de todo lo que había tenido que ver, después de todo por lo que había tenido que pasar, ¿Cómo podía creer en el amor? Su incredulidad estaba más que justificada.
Fandom: Mi historia “Entre el amor y el odio”
Claim: LucasxJessica
Palabras: 1026
Advertencias: Spoilers, muerte de personaje
Lucas nunca creyó en el amor, en realidad. Se había enamorado muy joven, era cierto, pero nunca había creído que ese sentimiento le haría feliz el resto de su vida. Y todo porque la mujer que había amado, aquella que era la luz de sus ojos, el aire que respiraba, la sangre que corría por sus venas, estaba interesada en su hermano mayor, el cual, a ella, le llevaba seis años.
Ella, a pesar de que eran grandes amigos y confidentes, nunca le reveló sus sentimientos por Josh, pero él no necesitaba que lo hiciera ya que lo podía ver en sus ojos. Podía percibirlo a través de su nervioso tono de voz, del sonrojo de sus mejillas y la vacilación de sus gestos cuando estaba frente a Josh. Pero al parecer él era el único que se percataba de ello. Estaba seguro de que si Josh lo hubiese sabido, no se hubiese comportado de esa forma con ella; no le habría dado alas a su ya muy enamorado corazón.
Pero el amor que Jessica le había profesado a su hermano no era la causa de su falta de fe en el amor. No. Ese solo fue el detonante de una serie de bombas que fueron estallando, lentamente al principio. Una por una, quizás como una forma para que él se diera cuenta del peligro. Luego fueron estallando a intervalos más rápidos, hasta que al final, las que quedaron, estallaron todas juntas, destruyendo su mundo sin que él pudiese hacer algo para evitarlo.
Pero Jessica le había dicho cual era el cable a cortar y él lo ignoró. Ella le había dicho hasta el cansancio y siempre al borde de las lagrimas, lo que tenia que hacer y él la rechazó, la ignoró, la insultó y la maltrató hasta que el dolor que le provocaron sus heridas fueron mas fuertes que su amor por él. Y lo dejó a merced de su ceguera. Se cansó de ser siempre la victima del amor y tomó cartas en el asunto para remediarlo. No sin antes, arruinar la vida de las dos personas que se la habían arruinado a ella.
Él aun podía oír las palabras que salieron de sus labios la noche en que murió. Su tono de voz era bajo, susurrante y las palabras salían teñidas de dolor, sangre y algo de locura. Si, su dolor la había enloquecido un poco, y era algo comprensible. Ella había sufrido tanto…
Él, cuando recordaba aquel fatídico momento en el que una Jessica herida de bala reposaba sobre sus piernas, se estremecía como en aquel momento. Ese, lamentablemente, sería un recuerdo que lo acompañaría hasta el fin de sus días. Y estaba seguro de que en su lecho de muerte lo recordaría una y otra vez para que ni siquiera allí tuviera paz.
—Quisiera decirte tres cosas, Lucas. — Le había dicho Jessica— La primera es que, por más que trate, no puedo perdonarte.
En esos momentos ella había hecho una pausa para proferir un gemido de dolor. Pero él no recordaba ni las pausas, ni los quejidos, ni las lágrimas que bañaban el rostro de ambos. Mucho menos recordaba la sangre, ese mar rojo que arruinaba su hermoso vestido rosa. No. Para él ese momento eran solo las palabras que ella había pronunciado y solo eso servía para matarlo lenta y dolorosamente.
—La segunda cosa es que a pesar de todo, te sigo amando.
Después de decir esas palabras había esbozado aquella sonrisa maliciosa que a él no le gustaba y le había dicho con muchísimo esfuerzo:
—Y la tercera es que estoy… estaba embarazada. Ibas a ser papá, Lucas. Felicidades.
Justo en ese momento las bombas explotaron destruyéndolo todo; sus esperanzas, su corazón, a Jessica y al bebe que nunca iba a conocer, sus ganas de vivir. No le había quedado más que un enorme y sangrante vacío en el pecho.
Jessica había muerto en sus brazos a los pocos minutos de haber hecho su confesión y él se había dado cuenta de ello solo por el estridente grito de dolor que había proferido Margaret antes de arrodillarse frente a él y quitarle a la chica de los brazos. Ariel y Marco lo habían puesto de pie y habían tratado de traerlo a la realidad casi a los golpes, pero él no volvía. No podía porque Jessica le había metido la mano en el cuerpo y se había llevado todo lo que tenia dentro. Se lo había llevado al infierno, de seguro, porque si estuviera en el cielo, él no hubiese sufrido de esa manera. No hubiese sentido aquel sofocante y doloroso ardor apoderándose de su ser.
Había tratado de sacarse del cuerpo toda esa sangre que corría como lava por sus venas abriéndose las muñecas pero sus padres se lo habían impedido todas las veces que lo había intentado. Margaret y Ariel también lo habían hecho. Incluso Marco. Y siempre que lo hacían le decían algo sobre suicidio; pero él no quería hacer eso. Solo quería aliviar su dolor. Pero no lo habían dejado y lo habían obligado, incluso, a sacar su alma del infierno en el que Jessica la había puesto.
Había tenido que recuperarse y resignarse aunque no quería hacerlo. Había tenido que volver a su vida de antes, volver a ser quien era porque no le quedaba de otra.
Y había tenido que luchar contra el impulso de matar a su hermano cuando fue a visitarlo a la cárcel. Porque Josh era el único culpable. Por él, Jessica había huido de su casa. Por él, Lucas no había sido feliz con ella. Por él, Jessica había sido salvajemente golpeada, humillada y marginada ante la sociedad. Por él, Jessica había dejado de ser la chica dulce y feliz que había conocido. Por él, Lucas no creía en el amor, y por él, por su irracional deseo de hacer sufrir a la joven, Jessica estaba muerta. Él le había disparado. Él la había terminado de matar.
Después de todo lo que había tenido que ver, después de todo por lo que había tenido que pasar, ¿Cómo podía creer en el amor? Su incredulidad estaba más que justificada.
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