Fandom: La premonición
Claim: AdrianxAnne
Tabla: Muse
Tema: #8 - Time is running out
Título: El día final
Advertencias: muerte de personaje
Notas: Para escribir este one-shot me inspiré mas en el titulo de la canción y en las partes que habla de muerte; cuando lo lean sabrán de cuales partes hablo. Salió mas largo de lo que pretendía pero ¿Qué puedo hacer yo contra mi hiperactiva musa? XD
Nota 2: Pertenece a la Tabla Muse de la comunidad "menteoriginal"
Anne lo supo en el mismo momento en el que vio sus fríos y hermosos ojos azules fijos en ella. Ya no había marcha atrás, ya no podía hacer nada más para salvar a Edna.
—Cometiste un grave error al venir aquí— le dijo él con aquella sensual e imponente voz que la atormentó cada noche desde que llegó al Hellaven.
—No, no fue un error. Vine porque tenía que hacerlo; está escrito en mi destino. —le respondió con un tono de voz algo trémulo. Estaba aterrada, sí, pero resignada a lo que iba a pasarle.
—Hablas del destino como si supieras lo que va a pasar.
—Lo se, siempre lo he sabido— le respondió con calma.
Él la miró confundido. Ella no podía saberlo porque era una simple terrana sin poderes. Además la única persona que sabia todo del destino era el Oráculo y ella, obviamente no lo era. A menos que hubiese hablado con Nadhia y esta le hubiese contado su futuro, cosa que dudaba, porque Nadhia no solía hacer eso.
Estaba confundido, porque la seguridad que la joven mostraba ante sus palabras le confirmaba que no mentía, que era cierto que sabia lo que iba a pasar. Un recuerdo llegó a su mente haciéndole caer en la cuenta de que antes, cuando la había visto por primera vez, había pasado por alto un detalle que ahora se le antojaba de suma importancia. ¿Cómo pudo haber sido tan despistado? ¿Cómo no se dio cuenta de eso antes?
—Por eso saliste corriendo cuando me viste… Porque sabias que iba a matarte— ella asintió lentamente— Pero ¿cómo pudo pasar eso? Tú eres una terrana y los terranos no pueden…
—Podemos— le aseguró— porque yo tuve una premonición esa noche. Vi que ibas a matarme en ese bosque.
—Pero aun así corriste hacia el. ¿Por qué lo hiciste?—él preguntó interesado. Si era cierto que ella había visto su propia muerte, no tenia sentido que se haya encaminado ella misma hacia el purgatorio. Era algo ilógico.
—Porque algo dentro de mi me decía que mi salvación estaba al otro lado del bosque. Por eso lo hice. Pero al final no pude hacerlo, no pude salvarme. Tu me atrapaste y…
—Nada de esto tiene sentido— se quejó él— ¿Por qué habrías de ver tu muerte si al final no ibas a poder salvarte? En todo este tiempo no has podido hacer nada para impedir que tu muerte se lleve a cabo, solo retrasarla un poco. Y eso no es suficiente.
Ella estaba sorprendida. No podía creer que él, precisamente él, estuviese diciéndole esas cosas. Se suponía que él quería matarla, que él estaba ahí para terminar lo que había comenzado hacia un año. Pero entonces, ¿por qué le decía eso? ¿Por qué parecía sufrir con la misión que le habían encomendado?
—A ti que mas te da si retrasé o no mi muerte. De todas formas estas aquí para matarme, ¿no? Estas aquí para terminar el trabajo, Adrian. ¿O prefieres que te llame príncipe Adrian y te haga una reverencia?
Lo había dicho. Se había sacado del pecho ese puñal que la había estado atravesando desde que lo vio aparecer frente a ella, con su resplandeciente ropa blanca. Porque ella, que lo había conocido hacia tiempo y había tenido algo más que una relación hellaveniana-príncipe, sintió como su corazón se cristalizaba y estallaba en miles de pedazos al ver que él, precisamente él, su príncipe, era el hombre que la había llevado a ese infierno. Jamás lo sospechó, y quizás por eso le dolió mas verlo ahí.
—Claro que me importa, Anne. No quiero hacerlo, pero…
—No quieres, pero estas aquí para hacerlo— lo miró con seriedad, tratando de que sus sentimientos no aflorasen y la delatasen—Ahórrate el discurso, Adrian. No vale la pena que me digas esas cosas cuando yo se que no es cierto. ¡Eres el príncipe, por todos los cielos! Si quisieras en verdad, podrías hacer algo para que las cosas no terminasen así…
— ¡No puedo hacer nada, Anne! ¡Nada!—le gritó, y ella sintió como todo se le removía por dentro al ver sus hermosos ojos azules llenos de tristeza. Él sufría también con toda esa situación. Él en realidad no quería matarla, o por lo menos eso era lo que veía en sus ojos. Dudas, dolor, miedo.
Ella se acercó a él y tomó su rostro con sus temblorosas manos. Se sentía tan miserable, no solo por lo que le estaba pasando y porque después de tantas luchas había caído en la trampa y había sido atrapada, sino también porque él, el amor de su vida, estaba sufriendo como un condenado; y sufriría aun mas cuando tuviese que matarla.
—Mírame, Adrian— él levantó el rostro y fijó sus ojos en los azules de ella— No quiero que te culpes por todo esto. Yo… yo se que en verdad no quieres hacerlo…
—Por supuesto que no quiero— la interrumpió bruscamente— Sabes lo que siento por ti, nunca te mentí sobre eso. ¿Cómo podría querer matarte cuando te amo más que a nada en este maldito mundo? Pero sabes que no puedo hacer nada para evitarlo. Tengo que matarte y tiene que ser ahora.
Ella le iba a decir algo pero una fuerte punzada de dolor se apoderó de su cabeza. Soltó el rostro del joven y se llevó las temblorosas manos a la cabeza, apretando fuertemente, como si de esa forma el dolor menguase.
De pronto, como si fuesen un torrente líquido, una sucesión de imágenes llegaron a su mente. La misma imagen repitiéndose una y otra vez dentro de su cabeza, mareándola. Ella corriendo por el bosque y Adrian persiguiéndola. Adrian atrapándola y dándole el beso de la muerte.
En medio del caos que era su cabeza, lo comprendió todo. Se había equivocado y por eso había acabado en ese mundo. Todo había sido su culpa. Por guiarse de la premonición en primer lugar y salir corriendo como una desquiciada, había cambiado el final de la historia. ¿O es que acaso así debían pasar las cosas en realidad y lo que ella veía como un error era la base para todo ese embrollo?
—Anne. Anne, ¿Qué te pasa?—le preguntó Adrian, preocupado, mientras la agarraba por los hombros. Ella levantó la cabeza y se perdió en ese más azul brillante que eran sus ojos.
—Es aquí. Siempre fue aquí.
— ¿De que hablas?
—Tu no debías matarme en La Tierra; por eso es que terminé en este lugar. No fue un error tuyo, ni fue un cambio en el destino porque yo había tenido una premonición. Tú tenías que matarme hoy, justo en este lugar y no en aquella fiesta hace un año.
— ¿Pero por que? ¿Por qué debía ser así?
—No lo se, y no vale la pena que lo discutamos— Ella se alejó de él rápidamente y empezó a correr— Tienes que atraparme, Adrian. Si no lo haces, no podrás cumplir tu misión— le gritó antes de volver a correr rumbo a la otra linde del bosque, sintiendo esa sensación en el pecho que le decía que su salvación estaba al llegar al otro lado del bosque.
Él se quedó unos momentos quieto, sin saber que hacer. Después, con una opresión en el pecho, salió corriendo tras ella con la intención de acabar con todo aquello, muy contrario a ella que ahora tenia nuevos deseos; solo quería llegar al otro lado, igual que la primera vez que se encontraron, porque sentía que las cosas serian diferentes cuando eso ocurriera. Iba a haber un cambio, y seria para el bien de todos.
Pero al final no pudo llegar y él, al igual que en la premonición, la besó. Pero este beso, contrario al otro, estaba cargado de sentimientos; era un beso de despedida, el último que se darían.
—Te amo, Anne. Lo sabes, ¿verdad?
Ella como respuesta lo besó, porque las palabras estaban negadas a salir; el nudo que tenia en la garganta se lo impedía. Él se dio el lujo de alargar lo más que pudo esa dolorosa despedida, pero cuando sintió a Anne retorcerse, supo que ya no había más tiempo. Después de susurrarle un “lo siento”, volvió a apoderarse de sus labios, esta vez para matarla.
Mientras ella caía en la inconciencia que venia antes de la muerte, tuvo otra premonición, rápida, brillante, no dolorosa. Era el Hellaven, con un hermoso sol brillando en el cielo. Y no sabia como pero, a pesar del frío que se suponía que se estaba apoderando de sus huesos, ella sintió el calor que la Anne de la premonición estaba recibiendo de lleno en su pálido cuerpo. Y sintió la felicidad que embargaba el corazón de la joven cuando vio a Adrian aparecer a su lado, hermoso, radiante bajo la brillante luz del sol. Eso era lo que iba a pasar si ella llegaba al otro lado del bosque: el Hellaven iba a cambiar y ella no tendría que morir y podría estar con Adrian.
Trató de separarse de él para contárselo pero sus brazos no respondieron a la orden de que debían moverse. Y para rematar, la inconciencia se apoderó de ella antes de que el beso de Adrian terminara, para que el hechizo la consumiera hasta dejarla convertida en un montón de cenizas que el viento esparció por el bosque.
Adrian respiró profundamente cientos de veces para tranquilizarse, antes de aparecerse en el castillo. No podía dejarse consumir por sus sentimientos, por lo menos no por el momento. Tenía que hablar con los del consejo primero y luego… luego podría derrumbarse para no levantarse nunca.
Y mientras caminaba por los oscuros pasillos que lo llevarían a la sala de reuniones, se hacia una sola pregunta: ¿Por qué demonios se les había acabado el tiempo tan pronto?
Claim: AdrianxAnne
Tabla: Muse
Tema: #8 - Time is running out
Título: El día final
Advertencias: muerte de personaje
Notas: Para escribir este one-shot me inspiré mas en el titulo de la canción y en las partes que habla de muerte; cuando lo lean sabrán de cuales partes hablo. Salió mas largo de lo que pretendía pero ¿Qué puedo hacer yo contra mi hiperactiva musa? XD
Nota 2: Pertenece a la Tabla Muse de la comunidad "menteoriginal"
Anne lo supo en el mismo momento en el que vio sus fríos y hermosos ojos azules fijos en ella. Ya no había marcha atrás, ya no podía hacer nada más para salvar a Edna.
—Cometiste un grave error al venir aquí— le dijo él con aquella sensual e imponente voz que la atormentó cada noche desde que llegó al Hellaven.
—No, no fue un error. Vine porque tenía que hacerlo; está escrito en mi destino. —le respondió con un tono de voz algo trémulo. Estaba aterrada, sí, pero resignada a lo que iba a pasarle.
—Hablas del destino como si supieras lo que va a pasar.
—Lo se, siempre lo he sabido— le respondió con calma.
Él la miró confundido. Ella no podía saberlo porque era una simple terrana sin poderes. Además la única persona que sabia todo del destino era el Oráculo y ella, obviamente no lo era. A menos que hubiese hablado con Nadhia y esta le hubiese contado su futuro, cosa que dudaba, porque Nadhia no solía hacer eso.
Estaba confundido, porque la seguridad que la joven mostraba ante sus palabras le confirmaba que no mentía, que era cierto que sabia lo que iba a pasar. Un recuerdo llegó a su mente haciéndole caer en la cuenta de que antes, cuando la había visto por primera vez, había pasado por alto un detalle que ahora se le antojaba de suma importancia. ¿Cómo pudo haber sido tan despistado? ¿Cómo no se dio cuenta de eso antes?
—Por eso saliste corriendo cuando me viste… Porque sabias que iba a matarte— ella asintió lentamente— Pero ¿cómo pudo pasar eso? Tú eres una terrana y los terranos no pueden…
—Podemos— le aseguró— porque yo tuve una premonición esa noche. Vi que ibas a matarme en ese bosque.
—Pero aun así corriste hacia el. ¿Por qué lo hiciste?—él preguntó interesado. Si era cierto que ella había visto su propia muerte, no tenia sentido que se haya encaminado ella misma hacia el purgatorio. Era algo ilógico.
—Porque algo dentro de mi me decía que mi salvación estaba al otro lado del bosque. Por eso lo hice. Pero al final no pude hacerlo, no pude salvarme. Tu me atrapaste y…
—Nada de esto tiene sentido— se quejó él— ¿Por qué habrías de ver tu muerte si al final no ibas a poder salvarte? En todo este tiempo no has podido hacer nada para impedir que tu muerte se lleve a cabo, solo retrasarla un poco. Y eso no es suficiente.
Ella estaba sorprendida. No podía creer que él, precisamente él, estuviese diciéndole esas cosas. Se suponía que él quería matarla, que él estaba ahí para terminar lo que había comenzado hacia un año. Pero entonces, ¿por qué le decía eso? ¿Por qué parecía sufrir con la misión que le habían encomendado?
—A ti que mas te da si retrasé o no mi muerte. De todas formas estas aquí para matarme, ¿no? Estas aquí para terminar el trabajo, Adrian. ¿O prefieres que te llame príncipe Adrian y te haga una reverencia?
Lo había dicho. Se había sacado del pecho ese puñal que la había estado atravesando desde que lo vio aparecer frente a ella, con su resplandeciente ropa blanca. Porque ella, que lo había conocido hacia tiempo y había tenido algo más que una relación hellaveniana-príncipe, sintió como su corazón se cristalizaba y estallaba en miles de pedazos al ver que él, precisamente él, su príncipe, era el hombre que la había llevado a ese infierno. Jamás lo sospechó, y quizás por eso le dolió mas verlo ahí.
—Claro que me importa, Anne. No quiero hacerlo, pero…
—No quieres, pero estas aquí para hacerlo— lo miró con seriedad, tratando de que sus sentimientos no aflorasen y la delatasen—Ahórrate el discurso, Adrian. No vale la pena que me digas esas cosas cuando yo se que no es cierto. ¡Eres el príncipe, por todos los cielos! Si quisieras en verdad, podrías hacer algo para que las cosas no terminasen así…
— ¡No puedo hacer nada, Anne! ¡Nada!—le gritó, y ella sintió como todo se le removía por dentro al ver sus hermosos ojos azules llenos de tristeza. Él sufría también con toda esa situación. Él en realidad no quería matarla, o por lo menos eso era lo que veía en sus ojos. Dudas, dolor, miedo.
Ella se acercó a él y tomó su rostro con sus temblorosas manos. Se sentía tan miserable, no solo por lo que le estaba pasando y porque después de tantas luchas había caído en la trampa y había sido atrapada, sino también porque él, el amor de su vida, estaba sufriendo como un condenado; y sufriría aun mas cuando tuviese que matarla.
—Mírame, Adrian— él levantó el rostro y fijó sus ojos en los azules de ella— No quiero que te culpes por todo esto. Yo… yo se que en verdad no quieres hacerlo…
—Por supuesto que no quiero— la interrumpió bruscamente— Sabes lo que siento por ti, nunca te mentí sobre eso. ¿Cómo podría querer matarte cuando te amo más que a nada en este maldito mundo? Pero sabes que no puedo hacer nada para evitarlo. Tengo que matarte y tiene que ser ahora.
Ella le iba a decir algo pero una fuerte punzada de dolor se apoderó de su cabeza. Soltó el rostro del joven y se llevó las temblorosas manos a la cabeza, apretando fuertemente, como si de esa forma el dolor menguase.
De pronto, como si fuesen un torrente líquido, una sucesión de imágenes llegaron a su mente. La misma imagen repitiéndose una y otra vez dentro de su cabeza, mareándola. Ella corriendo por el bosque y Adrian persiguiéndola. Adrian atrapándola y dándole el beso de la muerte.
En medio del caos que era su cabeza, lo comprendió todo. Se había equivocado y por eso había acabado en ese mundo. Todo había sido su culpa. Por guiarse de la premonición en primer lugar y salir corriendo como una desquiciada, había cambiado el final de la historia. ¿O es que acaso así debían pasar las cosas en realidad y lo que ella veía como un error era la base para todo ese embrollo?
—Anne. Anne, ¿Qué te pasa?—le preguntó Adrian, preocupado, mientras la agarraba por los hombros. Ella levantó la cabeza y se perdió en ese más azul brillante que eran sus ojos.
—Es aquí. Siempre fue aquí.
— ¿De que hablas?
—Tu no debías matarme en La Tierra; por eso es que terminé en este lugar. No fue un error tuyo, ni fue un cambio en el destino porque yo había tenido una premonición. Tú tenías que matarme hoy, justo en este lugar y no en aquella fiesta hace un año.
— ¿Pero por que? ¿Por qué debía ser así?
—No lo se, y no vale la pena que lo discutamos— Ella se alejó de él rápidamente y empezó a correr— Tienes que atraparme, Adrian. Si no lo haces, no podrás cumplir tu misión— le gritó antes de volver a correr rumbo a la otra linde del bosque, sintiendo esa sensación en el pecho que le decía que su salvación estaba al llegar al otro lado del bosque.
Él se quedó unos momentos quieto, sin saber que hacer. Después, con una opresión en el pecho, salió corriendo tras ella con la intención de acabar con todo aquello, muy contrario a ella que ahora tenia nuevos deseos; solo quería llegar al otro lado, igual que la primera vez que se encontraron, porque sentía que las cosas serian diferentes cuando eso ocurriera. Iba a haber un cambio, y seria para el bien de todos.
Pero al final no pudo llegar y él, al igual que en la premonición, la besó. Pero este beso, contrario al otro, estaba cargado de sentimientos; era un beso de despedida, el último que se darían.
—Te amo, Anne. Lo sabes, ¿verdad?
Ella como respuesta lo besó, porque las palabras estaban negadas a salir; el nudo que tenia en la garganta se lo impedía. Él se dio el lujo de alargar lo más que pudo esa dolorosa despedida, pero cuando sintió a Anne retorcerse, supo que ya no había más tiempo. Después de susurrarle un “lo siento”, volvió a apoderarse de sus labios, esta vez para matarla.
Mientras ella caía en la inconciencia que venia antes de la muerte, tuvo otra premonición, rápida, brillante, no dolorosa. Era el Hellaven, con un hermoso sol brillando en el cielo. Y no sabia como pero, a pesar del frío que se suponía que se estaba apoderando de sus huesos, ella sintió el calor que la Anne de la premonición estaba recibiendo de lleno en su pálido cuerpo. Y sintió la felicidad que embargaba el corazón de la joven cuando vio a Adrian aparecer a su lado, hermoso, radiante bajo la brillante luz del sol. Eso era lo que iba a pasar si ella llegaba al otro lado del bosque: el Hellaven iba a cambiar y ella no tendría que morir y podría estar con Adrian.
Trató de separarse de él para contárselo pero sus brazos no respondieron a la orden de que debían moverse. Y para rematar, la inconciencia se apoderó de ella antes de que el beso de Adrian terminara, para que el hechizo la consumiera hasta dejarla convertida en un montón de cenizas que el viento esparció por el bosque.
Adrian respiró profundamente cientos de veces para tranquilizarse, antes de aparecerse en el castillo. No podía dejarse consumir por sus sentimientos, por lo menos no por el momento. Tenía que hablar con los del consejo primero y luego… luego podría derrumbarse para no levantarse nunca.
Y mientras caminaba por los oscuros pasillos que lo llevarían a la sala de reuniones, se hacia una sola pregunta: ¿Por qué demonios se les había acabado el tiempo tan pronto?
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