Fandom: La Premonición
Claim: AdrianxAnne
Tabla: Muse
Tema: #8 - Endlessly
Título: Arrepentimiento y castigo
Palabras: 1327
Notas: Pertenece a la Tabla Muse de la comunidad "menteoriginal".
Cuando Anne llegó a su habitación después de haberse despedido de Luke, sintió que todo el peso de lo que acababa de hacer se posaba sobre sus hombros haciéndole sentir sucia. Sucia, enferma y cansada. ¿Cómo había podido ser capaz de engañar a Adrian? Ella lo amaba, de una forma tan grande y desesperante que le daba miedo al pensar en ello; entonces, ¿Por qué lo había engañado?
Se sentó en la cama con pesadez y se frotó el rostro con las manos. Luego, inconscientemente, una de sus manos descendió hacia su cuello y encontró la marca que le había dejado Luke cuando la había mordido. Recordarlo, mucho menos tocar esa herida, no ayudó a hacerla sentir mejor. Al contrario. Su corazón se había acelerado en un enloquecedor ritmo y su piel ardió al igual que todo dentro de ella. Sentía calor, ese mismo calor que sintió cuando tuvo a Luke pegado a ella.
Se puso de pie rápidamente y se desnudó mientras se dirigía al baño, dispuesta a meterse bajo el chorro de agua fría (aunque se arrepintiera después). Tenia que deshacerse de todo ese ardor rápido, para no decir ya.
En la ducha, y con el agua recorriendo su cuerpo, ella pensó en Adrian y en Luke. Los dos hombres de su vida. Los dos hombres que eran el motor que la impulsaban a seguir vida. El asiento de su alma. Su todo y su nada. Y pensó en la forma tan diferente en la que los quería a ambos. Y pensó también en el hecho de que había arruinado una parte sumamente importante de su relación con Adrian: le había dado de su sangre a otra persona. A un hombre. A su enemigo. Y eso era algo que Adrian no le perdonaría. Y ella no soportaría vivir sin Adrian. Como tampoco había soportado la idea de que Luke la odiase.
Dios, era tan jodidamente complicado querer a dos personas a la vez. Ese, definitivamente, era el peor castigo que alguien pudiese recibir.
Cuando salió de la ducha, quince minutos mas tarde, se envolvió en uno de los níveos albornoces de Adrian (porque eran los que estaban mas cerca) y se encaminó hacia el espejo. Contempló su reflejo, ahora un poco demacrado por la falta de sangre (Luke había tomado mas de la cuenta) y con una clara expresión de sufrimiento en el rostro, fruto de la culpabilidad. Borró la marca de la mordedura de su cuello con un hechizo y una suave caricia. Después salió— descalza y algo mojada— dispuesta a tener una conversación seria con su esposo. Lo había decidido después de haber pensado mucho sobre eso bajo el chorro de agua fría, y había llegado a la dolorosa conclusión de que lo mejor para los tres era que ella le contase todo a Adrian.
Pero toda la determinación con la que salió de la ducha, terminó directamente en el bote de basura cuando vislumbró a su esposo plenamente dormido (o por lo menos eso parecía) en su enorme cama adoselada. Traía puesta toda esa blanca ropa ceremonial y una clara expresión en el rostro que denotaba que se sentía tranquilo, en paz, pleno y feliz.
Se sintió peor cuando él abrió los ojos y la miró con sus hermosos orbes azul eléctrico llenos de un amor del que ella se sentía incapaz de merecer en esos momentos. Caminó hacia él y tomó la mano que le ofrecía. Se recostó a su lado y se dejó abrazar por él mientras luchaba para no ponerse a llorar.
— ¿Hay algo que quieras decirme, cariño?
Le preguntó sin dejar de acariciarle la cabeza y la espalda. Ella iba a negarlo pero llegados a ese punto, no valía la pena hacerlo. Él ya se había dado cuenta de que algo había pasado, y estaba a la espera de una respuesta.
—Yo… hice algo que no te va a gustar. Y me gustaría darte los porqués, pero no puedo hacerlo. Esa es la única cosa que puedo decirte. Y te juro que daría lo que fuera por hacerlo, por contártelo todo, pero no puedo. Me siento incapaz…
Él no le preguntó que había hecho, ni a quien, porque, según ella suponía, él ya lo había deducido. Santo Dios, sentía que la vida se le escapaba en cada segundo que Adrian permanecía en silencio. Y esta espera era peor que escuchar una retahíla de quejas e insultos dedicados todos a su persona. Quería una respuesta, sin importar que fuese mala o buena, y la quería ya. Y la tuvo. Oh, santo Jesús, claro que la tuvo.
Adrian se colocó encima de ella y se adueñó de su boca con desesperación y ferocidad antes de que ella sintiese siquiera el movimiento de la cama. La besaba con un ansia que la dejaba sin aliento, con una pasión que encendió cada partícula de su ser y que le nubló la vista y embotó sus sentidos.
No era conciente de las manos de él deshaciéndose del nudo del albornoz ni del hecho de que no tenía nada debajo. Pero eso qué demonios le importaba. Quería que le hiciera el amor ahí y en esos momentos, con esa ansia animal que se había apoderado de él. Esa ansia que la estaba volviendo completamente loca, al igual que sus dedos entre sus piernas.
Gimió de puro placer cuando sus labios se concentraron en hacer más que besar su boca. Y cuando sus dedos se adentraron más en toda esa húmeda cavidad entre sus piernas. Ella deseó desnudarlo, recorrer su cuerpo con sus manos y su boca, sentirlo dentro de ella, sobre ella, pero él no parecía desear lo mismo. Estaba demasiado concentrado en darle placer a ella.
Estaba demasiado concentrado en reclamar todo de ella. Y que Dios la perdonase si lo que hacia estaba mal, pero iba a darle todo, todo lo que quisiese; todas las veces que quisiese, de todas las formas que quisiese.
Al poco rato de haber descendido de aquella espiral de placer a la cual él la había llevado solo con sus manos y su boca, ella trató de hablar, de pedirle una explicación a todo aquel frenesí, pero no pudo hacerlo. Los labios de él volvieron a apoderarse de los suyos, esta vez lentamente, rozándolos y mordiéndolos intercaladamente. Después de alborotarle los sentidos con ese juego, descendió hasta su cuello y la mordió justo en le mismo lugar en el que Luke la había mordido antes. Tomó de su sangre lentamente, sin importarle la sorpresa de la chica. Mucho menos el hecho de que ya le había dado sangre a otra persona en menos de dos horas y de que todavía no se había repuesto.
—No sabes como me molesta lo que has hecho— le dijo, con los labios pegados a su cuello, provocándole deliciosas cosquillas con el aire que salía de sus labios— pero no voy a dejarte. No voy a dejarte caer en los brazos de ese hombre porque tú eres mía. Solo mía. — Se levantó un poco, lo justo para mirarla a los ojos, y le dijo— Y porque lo que siento por ti es demasiado fuerte como para lanzarlo al viento.
Ella le echó los brazos al cuello y lo abrazó, pegando todo su cansado, satisfecho, débil y desnudo cuerpo al de él. En esos momentos, la parte de ella que amaba a Adrian estaba tranquila y feliz. Casi dando saltos de alegría al saber que las cosas entre ellos no iban a terminar. Él la quería demasiado como para dejarla.
Pero la parte que amaba a Luke se sentía inquieta. Y todo porque parte de lo que le había dicho Adrian, se lo había dicho Luke una vez.
“No voy a dejarte. No voy a dejarte caer…”
Ella volvió a recordar lo que había pasado entre Luke y ella hacía un rato en la biblioteca y no pudo evitar pensar en la manera que tenia él de cumplir sus promesas.
¡Dios, que manera!
Claim: AdrianxAnne
Tabla: Muse
Tema: #8 - Endlessly
Título: Arrepentimiento y castigo
Palabras: 1327
Notas: Pertenece a la Tabla Muse de la comunidad "menteoriginal".
Cuando Anne llegó a su habitación después de haberse despedido de Luke, sintió que todo el peso de lo que acababa de hacer se posaba sobre sus hombros haciéndole sentir sucia. Sucia, enferma y cansada. ¿Cómo había podido ser capaz de engañar a Adrian? Ella lo amaba, de una forma tan grande y desesperante que le daba miedo al pensar en ello; entonces, ¿Por qué lo había engañado?
Se sentó en la cama con pesadez y se frotó el rostro con las manos. Luego, inconscientemente, una de sus manos descendió hacia su cuello y encontró la marca que le había dejado Luke cuando la había mordido. Recordarlo, mucho menos tocar esa herida, no ayudó a hacerla sentir mejor. Al contrario. Su corazón se había acelerado en un enloquecedor ritmo y su piel ardió al igual que todo dentro de ella. Sentía calor, ese mismo calor que sintió cuando tuvo a Luke pegado a ella.
Se puso de pie rápidamente y se desnudó mientras se dirigía al baño, dispuesta a meterse bajo el chorro de agua fría (aunque se arrepintiera después). Tenia que deshacerse de todo ese ardor rápido, para no decir ya.
En la ducha, y con el agua recorriendo su cuerpo, ella pensó en Adrian y en Luke. Los dos hombres de su vida. Los dos hombres que eran el motor que la impulsaban a seguir vida. El asiento de su alma. Su todo y su nada. Y pensó en la forma tan diferente en la que los quería a ambos. Y pensó también en el hecho de que había arruinado una parte sumamente importante de su relación con Adrian: le había dado de su sangre a otra persona. A un hombre. A su enemigo. Y eso era algo que Adrian no le perdonaría. Y ella no soportaría vivir sin Adrian. Como tampoco había soportado la idea de que Luke la odiase.
Dios, era tan jodidamente complicado querer a dos personas a la vez. Ese, definitivamente, era el peor castigo que alguien pudiese recibir.
Cuando salió de la ducha, quince minutos mas tarde, se envolvió en uno de los níveos albornoces de Adrian (porque eran los que estaban mas cerca) y se encaminó hacia el espejo. Contempló su reflejo, ahora un poco demacrado por la falta de sangre (Luke había tomado mas de la cuenta) y con una clara expresión de sufrimiento en el rostro, fruto de la culpabilidad. Borró la marca de la mordedura de su cuello con un hechizo y una suave caricia. Después salió— descalza y algo mojada— dispuesta a tener una conversación seria con su esposo. Lo había decidido después de haber pensado mucho sobre eso bajo el chorro de agua fría, y había llegado a la dolorosa conclusión de que lo mejor para los tres era que ella le contase todo a Adrian.
Pero toda la determinación con la que salió de la ducha, terminó directamente en el bote de basura cuando vislumbró a su esposo plenamente dormido (o por lo menos eso parecía) en su enorme cama adoselada. Traía puesta toda esa blanca ropa ceremonial y una clara expresión en el rostro que denotaba que se sentía tranquilo, en paz, pleno y feliz.
Se sintió peor cuando él abrió los ojos y la miró con sus hermosos orbes azul eléctrico llenos de un amor del que ella se sentía incapaz de merecer en esos momentos. Caminó hacia él y tomó la mano que le ofrecía. Se recostó a su lado y se dejó abrazar por él mientras luchaba para no ponerse a llorar.
— ¿Hay algo que quieras decirme, cariño?
Le preguntó sin dejar de acariciarle la cabeza y la espalda. Ella iba a negarlo pero llegados a ese punto, no valía la pena hacerlo. Él ya se había dado cuenta de que algo había pasado, y estaba a la espera de una respuesta.
—Yo… hice algo que no te va a gustar. Y me gustaría darte los porqués, pero no puedo hacerlo. Esa es la única cosa que puedo decirte. Y te juro que daría lo que fuera por hacerlo, por contártelo todo, pero no puedo. Me siento incapaz…
Él no le preguntó que había hecho, ni a quien, porque, según ella suponía, él ya lo había deducido. Santo Dios, sentía que la vida se le escapaba en cada segundo que Adrian permanecía en silencio. Y esta espera era peor que escuchar una retahíla de quejas e insultos dedicados todos a su persona. Quería una respuesta, sin importar que fuese mala o buena, y la quería ya. Y la tuvo. Oh, santo Jesús, claro que la tuvo.
Adrian se colocó encima de ella y se adueñó de su boca con desesperación y ferocidad antes de que ella sintiese siquiera el movimiento de la cama. La besaba con un ansia que la dejaba sin aliento, con una pasión que encendió cada partícula de su ser y que le nubló la vista y embotó sus sentidos.
No era conciente de las manos de él deshaciéndose del nudo del albornoz ni del hecho de que no tenía nada debajo. Pero eso qué demonios le importaba. Quería que le hiciera el amor ahí y en esos momentos, con esa ansia animal que se había apoderado de él. Esa ansia que la estaba volviendo completamente loca, al igual que sus dedos entre sus piernas.
Gimió de puro placer cuando sus labios se concentraron en hacer más que besar su boca. Y cuando sus dedos se adentraron más en toda esa húmeda cavidad entre sus piernas. Ella deseó desnudarlo, recorrer su cuerpo con sus manos y su boca, sentirlo dentro de ella, sobre ella, pero él no parecía desear lo mismo. Estaba demasiado concentrado en darle placer a ella.
Estaba demasiado concentrado en reclamar todo de ella. Y que Dios la perdonase si lo que hacia estaba mal, pero iba a darle todo, todo lo que quisiese; todas las veces que quisiese, de todas las formas que quisiese.
Al poco rato de haber descendido de aquella espiral de placer a la cual él la había llevado solo con sus manos y su boca, ella trató de hablar, de pedirle una explicación a todo aquel frenesí, pero no pudo hacerlo. Los labios de él volvieron a apoderarse de los suyos, esta vez lentamente, rozándolos y mordiéndolos intercaladamente. Después de alborotarle los sentidos con ese juego, descendió hasta su cuello y la mordió justo en le mismo lugar en el que Luke la había mordido antes. Tomó de su sangre lentamente, sin importarle la sorpresa de la chica. Mucho menos el hecho de que ya le había dado sangre a otra persona en menos de dos horas y de que todavía no se había repuesto.
—No sabes como me molesta lo que has hecho— le dijo, con los labios pegados a su cuello, provocándole deliciosas cosquillas con el aire que salía de sus labios— pero no voy a dejarte. No voy a dejarte caer en los brazos de ese hombre porque tú eres mía. Solo mía. — Se levantó un poco, lo justo para mirarla a los ojos, y le dijo— Y porque lo que siento por ti es demasiado fuerte como para lanzarlo al viento.
Ella le echó los brazos al cuello y lo abrazó, pegando todo su cansado, satisfecho, débil y desnudo cuerpo al de él. En esos momentos, la parte de ella que amaba a Adrian estaba tranquila y feliz. Casi dando saltos de alegría al saber que las cosas entre ellos no iban a terminar. Él la quería demasiado como para dejarla.
Pero la parte que amaba a Luke se sentía inquieta. Y todo porque parte de lo que le había dicho Adrian, se lo había dicho Luke una vez.
“No voy a dejarte. No voy a dejarte caer…”
Ella volvió a recordar lo que había pasado entre Luke y ella hacía un rato en la biblioteca y no pudo evitar pensar en la manera que tenia él de cumplir sus promesas.
¡Dios, que manera!
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